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Jueves 18/04/2024  

El cementerio de los ingleses

Oh, Bella Ciao

Ojalá, al son del 'Bella Ciao', digamos a Olona y sus ultras "Ciao, Bella". Pero mucho me temo que no andamos tan sobrados de cordura

Publicado: 14/06/2022 ·
13:51
· Actualizado: 14/06/2022 · 13:54
Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Perdí la cuenta de los años que puede tener esta cancioncilla italiana que, tanto en origen como tras el paso del tiempo, es un canto de resistencia ante el fascismo. En todos estos años ha ocupado diversas posiciones: desde himno partisano hasta reliquia del pasado, pasando por canción fetiche dentro de una serie de éxito mundial como La Casa de Papel. Sin embargo, desde hace unos años, ha recuperado vigencia. De nuevo, como dice la canción, “me levantado una mañana y he encontrado al invasor”.

Resulta que ha venido una fascista italiana a dar unos cuantos gritos en un mitin de VOX, que se ve que no lleva bien la estrategia para desmarcarse de la etiqueta de “extrema derecha”.  Ahí se han repetido las conocidas soflamas de toda la ultraderecha, las de Salvini en su día, las de Orban, Le Pen, Bolsonaro o Trump. Con un ligero toque de aroma de esmegma y coñac, serían las soflamas del fascismo de toda la vida. Incluso con una estrategia de propaganda que haría sentir orgulloso al mismísimo Goebbels. Giorgia Meloni, la mencionada fascista italiana, ha dicho entre otras lindezas: “sí a la familia natural, no a los lobbies LGTB” (se ve que para ella lo ajeno a lo heteronormativo es antinatural), “sí a la identidad sexual, no a la ideología de género” (mezclando el machismo con la identidad sexual, que me aspen), “sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista” (supremacismo religioso con tintes afrutados de xenofobia). Me llama la atención cuando dice “sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte”, que deja entrever un mensaje antiabortista y contra la eutanasia: otra vez que las pudientes aborten en Londres, las pobres se jueguen la vida o tengan un hijo no deseado y, si tienes una enfermedad terminal y estás sufriendo en mano, que te jodas.

Está demostrado que el fanatismo hará que no importe qué hagan o cómo enseñe la patita la ultraderecha, contará con el apoyo de las que serán sus víctimas si tocan poder: es decir, todo el que no sea rico o aristócrata, cristiano católico, apostólico y del Opus, adepto al régimen funesto de aquel traidor que descansa en Mingorrubio y fauna de ese corte. Incluso han dejado patente que no confían en sus militantes andaluces hasta el punto de traer a una candidata de Alicante con un padrón fraudulento. "Oh, partigiano, porta mi via".

Niegan la violencia machista, que ha provocado más víctimas que ETA en la mitad de tiempo. Niegan el cambio climático, incluso pescaron simpatizantes entre los negacionistas de la pandemia. Son los mismos que negaron el holocausto nazi o que se niegan a condenar las atrocidades del bando golpista en la Guerra Civil. Por negar, niegan que sean de extrema derecha aunque traigan fascistas a sus mítines. O niegan su desprecio a las personas con discapacidad aunque en Castilla y León se dirijan a Noelia Frutos "como si fuera una persona normal".

Ojalá, al son del "Bella Ciao", digamos a Olona y sus ultras "Ciao, Bella". Pero mucho me temo que no andamos tan sobrados de cordura.

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