“Me disculpo ante todos los que han sido víctimas de esos crímenes”, afirmó Zollitsch durante la inauguración de la asamblea general de la DBK de primavera, que se celebra en Friburgo (sur de Alemania).
Aseguró que los abusos sexuales a menores “son un crimen repugnante” y agregó que en el caso de la Iglesia ese abuso “es particularmente grave” dado que los “niños y jóvenes tienen una confianza especial en su sacerdote”.
Zollitsch reclamó una “amplia aclaración” de los casos de abusos que, según medios, ya suman las 120 víctimas, atendiendo a los datos recopilados en las últimas semanas por la Fiscalía alemana.
Según el presidente de la DBK, el escándalo “tendrá consecuencias” dentro de la Iglesia y abogó por que se mejore la prevención de esos delitos.
La orden de los Jesuitas, la primera organización afectada por el escándalo, ha encargado su propia investigación mientras que las distintas diócesis alemanas –27 en total– están llevando a cabo pesquisas en ese sentido.
La abogada Ursula Raue, encargada de la investigación por parte de los jesuitas, ha revelado estos días que algunas víctimas terminaron suicidándose y que del centenar que se han puesto en contacto con ella, varias asistieron a colegios que no fueron regidos por esa orden católica.
Algunas víctimas, según Raue, sólo se han atrevido a hablar ahora e incluso habían ocultado lo que les ocurrió a sus propias esposas.
Según Raue, la mayoría de las víctimas relatan que sufrieron la manipulación de sus genitales por parte de los sacerdotes y también hay otros que hablan de actos de sadismo.
El escándalo se desató cuando el padre Klaus Mertes, rector del la escuela de elite Canisius de Berlín, regida por los jesuitas, hizo público en enero pasado abusos perpetrados en el colegio décadas atrás.
Después de que Mertes sacara a la luz casos que durante años habían permanecido en secreto empezaron a aparecer otras víctimas de abusos, no sólo en el Canisius sino también en otros colegios de jesuitas, en Bonn y en la Selva Negra.
Según difundieron los medios alemanes, también en el monasterio de Ettal (sur de Alemania) de la orden benedictina se registraron casos de abusos a menores entre 1950 y 1990.