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España

Sin luces

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Las de bajo consumo son las políticamente correctas este año, más que el pasado y seguramente mucho menos que el próximo, y no es sólo una cuestión de crisis. Nada de luces, nada de papel, nada de derroche, nada de comidas de empresa, ni de regalos superfluos, nada de nada.

De casi nada, porque seguro que como el mío, su correo electrónico es una pura orgía de mensajes navideños en los que parece que hemos volcado todo el dispendio que no se nos consiente en la vida real. Muera lo material, viva lo virtual.


Así que tengo elfos con la cara de mis conocidos cantando  y bailando con verde frenesí, a elegir, en grupo o en solitario, en mi pantalla… (me pregunto cómo habrán logrado sus cuerpos esa flexibilidad en tan poco tiempo,…¿será que no son ellos?,…); tengo a los Reyes Magos dirigiéndose a los hijos de mis amigas, con sus fotos delante y, demostrando cómo de magos son, instándoles a reconducir ciertas conductas y felicitándoles por otras,… (aquí también tengo mis sospechas, pero no quiero que Baltasar se mosquee conmigo,…); e incluso tengo a la competencia, ya saben, al de rojo, que este año se ha empleado a fondo y no sólo se pone a cantar para mí, sino que tiene al tropel de renos haciéndole los coros,…(sin comentarios, porque aquí el truco se ve claramente).
Pero ahí no queda la cosa. Ya me empiezan a llegar las fotos de los niños disfrazados, y ahí el rollizo escandinavo se lleva la palma, y tengo también las postales confeccionadas por los hijos de mis amigos que éstos -con embuche de pavo- han escaneado y enviado con el deleite que sólo producen los primeros garabatos de tu niño chico, fabulosamente incomprensibles; amén de las otras muchas felicitaciones de dudoso gusto y escasez textil que también se cuelan por ahí. Así que aunque se rebajen todas las luces del mundo, es posible que algunas -¿quedaría cursi decir las de nuestros corazones?- sigan brillando, aunque sea como luz de gas.

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