Me pregunto qué sentido tiene llamar a un programa especial “el 2008 que se va, en imágenes”, o en audio, o en fotos de prensa. Como si no fuésemos a ver más a Obama ni a la ministra de Fomento, como si la crisis ya hubiera pasado, como si ya no fuese a haber más guerras, como si a partir de 2009 ningún cabrón fuese a asesinar a su mujer, como si la iglesia fuese a dejar de dar el coñazo, como si no se fuesen a encallar más barcos en la bahía de Algeciras, como si ya, con la expiración de 2008, todo quedara atrás, para el recuerdo, para historia. Pues no es así. 2009 dará las mismas imágenes, los mismos audios y las mismas guerras que 2008. Si la guerra no es más allá será más para acá, pero será. Los terroristas seguirán poniendo bombas y los hospitales seguirán siendo un caos. Por eso no sé qué sentido tiene decir adiós a lo que nunca se va. A lo que siempre viene a partir de mañana 1 de enero. Es más, hasta vamos a despertar con la misma resaca. Y no vamos a dejar de fumar. Ni de ir al bingo, el que vaya.
Todo empieza a ser ya un poco pesado. O muy pesado. Abrir un periódico por la mañana o ver un telediario es lo mismo (que me lo digan a mí) que saber que en el cielo hay nubes y que por la carretera circulan los coches, por la vía el tren y por el mar los barcos. Parece como si se les hubiera agotado la imaginación a los editores televisivos y del papel y no supieran decidir sobre qué informar ese día.
Es como si, al llegar a la redacción de cualquier medio, el jefe de turno dijera, mirando la taza de café, que si no hay tema que se vaya el redactor a la puerta del congreso a ver qué saca. O tira de archivo y monta un tema de recuerdos, una historia del año que se va. Está todo aburrido. Flojo. Siempre las mismas noticias, porque nada mejora. Las familias están en crisis pero gastan una pasta gansa cada día y cada domingo. Todo ha subido de precio pero los comercios están hasta las trancas. La peña se queda en el paro pero no protesta –o no lo hace lo suficientemente alto-, los mares se contaminan y no hacemos nada para impedirlo, ni siquiera le partimos la cara al político responsable. Sólo nos limitamos a apartar los productos orgánicos de los otros y listo, ya hemos contribuidos a construir un mundo mejor, más sano y más saludable. La madre que nos parió.
Algunos expertos en… en lo que sea, sugieren que hagamos un examen de conciencia. Proponen, por ejemplo, que lo que hemos hecho mal este 2008 no lo repitamos en 2009. Fíjense la gilipollez. O sea, que un directivo de cualquier empresa ha puesto en la puta calle a cuatrocientos curritos y ha dado el cerrojazo y, de pronto, va y se dice: para el año que viene no despido a nadie. O, el terrorista que ha ingresado en prisión este año se jura, en su celda, no poner coches bombas en 2009. O, el asesino de su pareja, que cumple una mierda de condena, se promete no volver a matar a su ex y que va a dejar las drogas. Y de robar. Eso de despedir un año está bien cuando a las doce todos nos zampamos las uvas, descorchamos un buen champagne y le deseamos salud y trabajo al prójimo. Pero gastar dinero en resumir con imágenes, durante una hora, lo que fue un año me parece una pérdida de tiempo. 2008 se va y punto. Ciao.
Vendrá 2009 y tendremos las esperanzas puestas en él –yo, a las 00.00 horas del 1, abro la carpeta de los nuevos proyectos-, pero nada más.
De todos modos, feliz 2009, y digan adiós a 2008 como les venga en ganas.