La situación económica por la que pasan numerosas familias en la capital está permitiendo que oficios que han funcionado siempre ahora tengan más clientela que nunca. También ha originado que personas que han tenido aficiones como la de la costura, ahora se hayan animado a montar su propio negocio ante la creciente demanda de los jienenses.
Este caso es uno de los más evidentes en los últimos años, pues los jienenses se deciden a llevar sus prendas de vestir para que sean arregladas, las aprovechan al máximo de un año para otro e incluso proponen cambios a la modista con los que se les permite lucir una prenda ya usada con una novedad que la haga parecer diferente, en lugar de comprarse una nueva. Es más económico y en tiempos de crisis todos buscan gastar lo menos posible.
Lo mismo ocurre con el sector del calzado. Los zapateros confirman que ahora existe más conciencia por el arreglo del calzado. En época de bonanza, el calzado en mal estado iba a la basura y ahora, en tiempos de crisis, llegan arreglos casi imposibles, que incluso el zapatero rechaza.
Prueba de que el oficio de costurera y modista va bien es la experiencia que está teniendo Juana Blanca Hernández. A sus 43 años, después de trabajar alejada de la costura, su verdadera vocación desde los 13 años, ha decidido montar su mercería y por ahora no se ha arrepentido.
Hace cuatro años que la inhabilitaron por incapacidad para el trabajo que realizaba y como su gusto por la costura no había desaparecido, ahora ha encontrado la recompensa a tantos años de espera.
Lleva poco más de un año y medio con su mercería, atendiendo la “cada vez mayor demanda” de los jienenses. Y es que llegan personas de todas las edades y con diferentes necesidades.
Desde coger el bajo a un pantalón, cortar una falda para lucir tipo este verano e incluso para planchar las prendas, mayoritariamente de hombres que viven solos y personas mayores.
Para Juana Blanca ha sido una oportunidad para seguir trabajando, pues se quedó sin empleo y ahora, con uno nuevo, ha conseguido seguir y a la vez facilitar la vida a quienes reclaman sus servicios como clientes. “Nunca me hubiera atrevido a montarlo si no hubiera sido por esta crisis”, ha valorado Juana Blanca, que asegura que “ya tenía clientela cuando trabajaba en casa, pero que ahora es mayor” porque es una alternativa económica para quienes no quieren vaciar sus bolsillos comprando prendas nuevas.
En el caso del oficio del zapatero, Lázaro Cabrera Sutil, que trabaja en la calle Espartería, confirma que “en tiempos de crisis hay mayor conciencia del arreglo del calzado”.
Asegura que “en época de bonanza, incluso el zapato de calidad iba antes a la basura que al zapatero para ser arreglado, y ahora llegan arreglos casi imposibles”.
Afirma que no se están haciendo ricos con el aumento de la clientela, ya que los arreglos que demandan son los que menos cuestan y los precios llevan manteniéndose desde hace más de cinco años.