La tarde nos la presenta
como la novia soñada.
Ella es la novia del Puerto
que en San Joaquín se prepara
para salir a la calle
en la hora programada.
Toda una tarde de gozo
en Ella sola se escapa,
por Ella siempre atardece
en sus mejillas lozanas.
La Amargura te recorre
la memoria del mañana.
Rejuvenece el recuerdo
y la sonrisa en tu cara
se ensancha cuando la ves
aparecer por la plaza.
Sopla el aire de Levante
por esa plaza de España.
Añora su calle Cielo
por donde quiera que pasa.
En ella atrás se quedaron
las penitas y las nanas,
ahora todo su esplendor
se muestra en su frente alta.
Quiere flores y saetas,
delirio, silencio, palmas…
Quiere llorar sin hacerlo,
llorando su pena amarga.
Así viene la Amargura
-novia del Puerto- y el ancla
donde se aferra el cristiano
cuando vienen marejadas
que nos hacen zozobrar
en derivas circadianas.
La Amargura sabe a triste
cuando a Jesús lo maltratan
flagelando impunemente
las hechuras de su espalda.
"Por la calle Cielo va
la Amargura flagelada"
-lo dijo la poetisa-
que remueve las entrañas
y hace versos de colores
que te iluminan el alma.
Por la calle Cielo quiere
este Pregón recordarla.
En la Amargura, la vida,
no es la vida que esperabas.
La Amargura se derrite
en un diván de sustancias
al calor de sus hermanos
cuando abandona la plaza.
Sopla el aire de Levante
por esa plaza de España.
Añora su calle Cielo
por donde quiera que pasa.
Viene ya de recogida
cuando de pronto se para.
La calle Vicario tiene
una sorpresa guardada.
En la Casa de Calleja
de nervios tiemblan las cajas.
La hora de nuestros sueños
llegó sin medir zancada
y ahora todo son las prisas
de verla venir tan guapa.
En la Casa de Calleja
quiere el tiempo contemplarla.
Se han parado los relojes,
suena: "Aires de Triana"
En la Amargura, la vida,
no es la vida que esperabas.
Tu vida la tiene Ella
en sus jarrones de plata
y espera las oraciones
de aquellos que la esperaban.
Es la casa de Calleja
una fiesta extraordinaria
para que El Puerto comprenda
que su novia con las damas
llegan dispuestas a darse
por entero a esta proclama.
Allí la quiere el balcón,
que la ansía y que la extraña.
Quiere quererla la noche
con la luna de solapa.
La quieren los saeteros
con la voz en la garganta
mientras entonan la salve
el martinete y la fragua.
La pretenden los luceros
haciendo la luz más clara.
Igual la quiso el silencio
en el costal que la agarra.
Todos la quieren lo mismo,
aunque quererla no basta.
Uno de aquellos balcones
nos recuerda que en amarla,
se pasa la vida entera
con el rubor de su cara.
Por eso él se desvive
para tenerla en su casa.
No hace falta que lo nombre,
saben ustedes la causa
de todo lo que está escrito
en estas letras que aclaran
el momento del flautín,
del silencio y la añoranza.
Toda entera para ti,
Tú que sabes que te habla.
Tú que tienes su belleza
para poder regalarla
cada vez que sube al palio
la novia que no naufraga,
porque navega en los mares
de la flor y la Esperanza.
Toda entera para ti,
aun sabiendo que te callas.
Y tienes tu corazón
en un reguero de ascuas.
La Amargura por Vicario
parte su amor en bonanza.
Abierta de par en par
El Puerto quiere tocarla
y Ella que tanto lo sabe
recorta en dos su zancada.
Las flores surcan el cielo
del que llueven las guirnaldas
y es el blanco, la cometa,
que te acerca su mirada.
Allí se queda de nuevo.
No se mueve ni se marcha.
Amargurista la calle.
Amargurista tu casa.
Amargurista es El Puerto
cuando la espera y la aclama.
Amarguristas tus hijos,
los que llevan en volandas
a esa Madre que te envuelve
en su alegría sagrada.
¡Bendito tú en la Amargura!
¡Bendita Amargura santa!
Cuando de allí se despida,
habrá llegado la calma.
Un reguero de colores
alfombrará la almadraba
y todo se habrá quedado
sumido por la nostalgia.
Entonces tú permaneces,
la cerámica delata
que allí viven los hermanos
de las flores y las pascuas.
Permaneces en la risa
de quien cantó tu semblanza.
En la cara del devoto,
en los sueños que se alcanzan
cuando la tienes delante
y la sientes más cercana.
Así la noche protege
la vuelta por donde vaya.
Pero al verla que se aleja
salen solas las palabras
y todo aquel que la vio
y todo aquel que la guarda
repite por los corrillos
una verdad que no calla.
¡Pasó por Casa Calleja
como la novia soñada!
¡Ya florece la Amargura
cuando va de vuelta a casa!
--
Álvaro Carmona López