MIGUEL ÁNGEL RINCÓN
Parece que en estos días el número de rebrotes de Covid-19 se está elevando. El ministro Illa informó el miércoles de 224 brotes activos en España, 23 más que el lunes. En Andalucía hay registrados 27 brotes con un total de 453 casos confirmados. Esto era algo que los expertos ya pronosticaron; podría pasar, decía Fernando Simón hace unos meses, y como ven, está pasando. Sea por el motivo que sea, lo cierto es que aún está el virus ‘malaje’ entre nosotros y parece no tener ninguna prisa en dejarnos en paz. Según he leído en los medios, los entornos familiares y el ocio nocturno (reuniones y fiestas privadas, discotecas, etc.), son los espacios donde se están dando más contagios, al relajar las medidas de seguridad, y eso, como ya sabemos, es algo bastante peligroso, por lo que las autoridades competentes insisten en que no hay que bajar la guardia.
Evidentemente, los sanitarios están con las carnes abiertas, viéndolas venir, porque no quieren pasar de nuevo por una situación como la de hace tan sólo unos meses. Y es que, como ustedes sabrán, hay mucha gente que pasa del tema. Son, nunca mejor dicho, unos pasotas insolidarios. Poco les importa lo que les pueda pasar a ellos, imagínense, entonces, lo que puede importarles los demás. También están los que ven conspiraciones por todos lados: que si se está fraguando un nuevo orden mundial, que si la mascarilla produce hipoxia, que con las futuribles vacunas nos implantarán un chip para controlarnos (por si no lo estábamos ya), en fin, una sarta de tonterías que no voy a comentar aquí porque es algo que merece capítulo aparte, quizá en la sección de fenómenos paranormales.
Durante esta semana he estado observando allá por donde he ido (la playita, centro comercial, algunos bares, etc.) y en general, la gente respeta la distancias y lleva puesta su mascarilla; por miedo a la posible sanción o por lo que sea, pero la llevan puesta, que es lo importante. Tengo una amiga arcense, María, que es asmática, y me decía el otro día en un audio: “chiquillo, tengo que cortar porque voy andando por la calle y entre la mascarilla y el asma (y las cuestas de Arcos) no puedo ni hablar”. Si personas como María hacen el sacrificio de ir por la calle con la mascarilla puesta, cómo no vamos a poder los demás.