¿Pero usted cómo va a estar en Madrid escuchando en directo al grupo KISS en su última actuación en Europa? ¡Pero si usted es de Los Romeros de la Puebla! ¡Venga ya, no puede ser! ¿Usted asistiendo a un evento de heavy metal? ¡No me lo puedo creer, no le pega nada! Don Víctor, por Dios, que esa gente no sabe lo que es “Soleá, dame la mano”. De verdad, no le veo yo a usted en el concierto de KISS con esas caras pintadas, esos trajes de cuero y esa cantidad de llamaradas de fuego y de pirotecnia en un escenario. Quién le ha visto y quién le ve.

Y así una semana, quizá diez días, con esta misma cantinela y sorpresa mayúscula de los extraños -porque los propios lo sabían, claro-. Y mi pregunta es ¿acaso no puede gustarme Haydn y Motley Crue al mismo tiempo; no puedo disfrutar de Mozart y Silvio la misma tarde? ¿por qué no puedo ser feliz escuchando ahora mismo Virgen del Valle y dentro de diez minutos un disco de AC DC?

Sí, estuve en la despedida de KISS. Y fue apoteósica. Paul Stanley, Gene Simmons, Thomy Thayer y Eric Singer volvieron a ofrecer un espectáculo apoteósico, fascinante, un concierto cargado de color, efectos, movimientos y -lo más importante- de buena música. Recordé otros tiempos y disfruté este tiempo, que todo es posible cuando delante hay talento y a tu lado una extraordinaria belleza. Ella estaba conmigo, mi compañera de viaje, mi mujer. Me conoce y disfrutó porque me vio disfrutar y porque el espectáculo fue de altísimo nivel. Cantamos juntos en el Wizink Center, nos abrazamos y gritamos las canciones de la mítica banda americana que decía adiós para siempre de España en su última gira mundial. Fue maravilloso.



¿Pero usted cómo va a estar en Madrid escuchando en directo al grupo KISS con lo que a usted le gusta la Semana Santa? Y con esa pregunta llevo varios días en la cabeza como si tuviera que aceptar las etiquetas forzosamente. Si a usted le gusta algún grupo de rock duro, no puede gustarle Gómez Zarzuela, Font de Anta o Pedro Morales. Pues no estoy de acuerdo.

Y aquí sigo, sin entender muy bien tanta extrañeza por mis filias musicales. Me gustan Schubert y Iron Maiden, Emilio Cebrián y Barón Rojo, Los Romeros y... KISS.

Y aquí sigo cantando “I was made for lovin’you, you were made for lovin’me”. (Estoy hecho para amarte, tú estás hecha para amarme a mí).

Oh yeah.