Al menos para algunas personas es así, cuando no ven cosas repugnantes estas personas viven tranquilas como si no existieran. Viven sus vidas cómodas y no ven lo que puede estar sufriendo el vecino.
Con motivo de que el pasado día 17 de Diciembre ha sido el “Día por el Fin de la Violencia contra las Trabajadoras Sexuales”, quiero relatarles lo siguiente:
Hace tiempo, en el pueblo en donde yo vivo, los vecinos de un barrio se quejaban de que en la rotonda cercana a sus casas había mujeres que se prostituían a la vista de todos. Incluso, añadían, que allí mismo practicaban su oficio delante de los coches que por allí pasaban.
El ayuntamiento, incluso, pareció que iba a tomar cartas en el asunto y las palabras de una de las concejalas en un comunicado decía que su principal objetivo es "preservar el espacio público como un lugar de encuentro, convivencia y civismo,… y que una Ordenanza recogería los mecanismos para impedir la explotación de las personas mediante la prostitución, evitando que el ejercicio de esta actividad en la calle afecte a la convivencia ciudadana”.
Tanto los vecinos como el ayuntamiento descansarán tranquilos porque la prostitución ha desaparecido de la citada rotonda y es que las prostitutas se han desplazado unos metros y se han instalado dos rotondas más alejadas del pueblo, pero dentro del mismo municipio.
Creo, estoy segura, de que se equivocan, así no hay que tratar a la prostitución. La prostitución está ejercida, en su mayoría, por mujeres que, o bien han venido engañadas de su país, un país más pobre que el nuestro y han caído en manos de proxenetas que les quitan los pasaportes, o bien por mujeres españolas, que ante la necesidad de tener que comer y no tener con qué ganarse la vida por circunstancias familiares o de instrucción, se han visto abocadas a vender su cuerpo por una irrisoria cantidad de euros.
La prostitución es degradante para el que la ejerce, para el que la permite, para los que miramos para otro lado, y sobre todo es humillante si se practica en la carretera. Ejercer en las carreteras es lo peor desde el punto de vista económico e inseguridad. Las mujeres no tienen condiciones higiénicas y están expuestas a los ojos de la sociedad y sin embargo los biempensantes las criminalizan o se ríen de ellas. En la carretera aguantan el calor en verano y, medio desnudas, el frío en invierno. Y esto no es lo más importante, lo peor es que realmente son violadas por dinero; tienen que ofrecer su cuerpo para que sea manoseado y penetrado por hombres a los que no quieren ni conocen y, a veces, compelidas a prácticas sádicas en las que algunas han salido muy mal paradas, si es que han podido salir vivas.
A mí no me molesta Aída Sánchez, Ainara Gil, o como quiera que se llamen, ensucien la imagen de un pueblo, a mí lo que me molesta es que existan mujeres que se vean arrastradas, y nunca mejor dicho, a ejercer la prostitución y que nadie salga en su defensa ofreciéndoles una forma de vida más digna. A mí lo que me molesta es que seamos una sociedad tan hipócrita que nos importe más un problema de imagen que un problema social.