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El cementerio de los ingleses

Voces del Averno

Que sí, que todos sabemos que tienen un amigo gay, que les da igual con quién se acueste cada uno…

Publicado: 29/06/2022 ·
13:32
· Actualizado: 29/06/2022 · 13:32
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Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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“De nuevo estamos convirtiendo en tema de debate cosas que no deberían ser ni tema de conversación”. Con esta clara y acertada frase, resumía el gran Bob Pop el retorno al debate cotidiano, social y político de asuntos que creíamos más que superados. En el fondo, quizá nunca lo estuvieron. Cuando un “nostálgico” (eufemismo actual para el franquista de toda la vida) afirma que leyes como la de Memoria Histórica o la de Memoria Democrática “reabren heridas”, siempre respondí que no estarían entonces cerradas del todo. Tal cosa ocurre ahora con esos gritos del pasado que vuelven a la barra del bar, al plató de televisión y (por desgracia) al debate parlamentario.

Las crisis económicas, por poner un ejemplo, han servido para azuzar el racismo, la xenofobia y la supremacía blanca nacionalcatólica contra los inmigrantes que habíamos asumido que venían a buscarse la vida. Voces interesadas dicen, como hace treinta años, que los inmigrantes nos roban el empleo y las ayudas sociales. Este discurso tiene puntos flacos que lo hacen caer por su propio peso: el primero, que hacen los trabajos que muchos españoles no hacen (el campo, cuidado de personas, servicio doméstico, etc.); el segundo, las ayudas requieren de nacionalidad o residencia legal en España para optar a ellas (el que viene en patera no te está quitando nada); y el tercero, más grave quizá, es que los mismos que en sus programas quieren dar prioridad a los españoles en cuanto a las ayudas sociales no proponen nada en materia de empleo. Quizá así los españoles no necesitarían esas ayudas sociales.

La berrea de Neanderthal se apoya en bulos que, cada vez más frecuentemente, difunden los mismos medios de comunicación que deberían desmentirlos. Recuerdo cierto medio que atribuía a refugiados sirios una violación en Baleares; más tarde, “corrigieron” la noticia diciendo que se trataba de ciudadanos marroquíes; al final, resultó que los detenidos eran autóctonos. El problema es que tendemos a no investigar, bien por pereza, ignorancia o conveniencia. Vemos una persona con la piel negra y pensamos que es inmigrante, aunque los que vinieron en patera fueran sus abuelos y ellos lleven dos generaciones siendo españoles de cuna y crianza. O si tiene piel morena y acento árabe, pensamos que es de cualquier país musulmán aunque tenga su origen en Ceuta, Melilla o Algeciras mismamente.

En estos días en que se celebra el Orgullo LGTBI, resulta que algunos posts en redes sociales braman indignados por el izado de la bandera multicolor en San Fernando, mezclándolo con la ausencia de las enseñas oficiales en el Ayuntamiento. Según parece, no les ha molestado en todo el año sino ahora que se han alzado los colores de la tolerancia, la reivindicación y la celebración de los derechos conseguidos. Al final es envolver la LGTBIfobia con patriotadas baratas que disfracen de honor el odio. Que sí, que todos sabemos que tienen un amigo gay, que les da igual con quién se acueste cada uno… y ahí vuelven a pifiarla porque su amigo gay no les ha contado que no es sólo cuestión de acostarse con alguien. Sí, sorpresa, las personas LGTBI no sólo follan sino que aman. En dos frases se les cae la careta. Mientras los demonios griten su propia ignorancia, más necesaria será esa bandera para tapar la boca a esas voces del Averno. Y, permítanme, les sugiero buena música: Somos de Colores (Tontxu), Pano Corado (Tanxugueiras), El que quiera entender que entienda (Mago de Oz)… Así no escucharemos tanto vómito de odio.

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