Cierto es que cada vez somos menos pacientes, en general, que cada vez lo queremos todo antes y mejor. Los niños son un buen ejemplo de ello, sobre todo los que recorren los supermercados emberrenchinados y encaprichados por la última tontería de turno, sólo por la costumbre de pedir cada vez que pisa una gran superficie. Pero también es verdad que si el Santo Job estuviera entre nosotros acabaría con los pelos como escarpias, tirándose de las venas después de cortárselas o aprendiendo a grafitear para embadurnar de palabrotas algún muro, muy a pesar del Slow Food que se está poniendo de moda en España. Como ejemplo, las compras o búsquedas en internet. Algunas.

Y no crean que soy más torpe en esto que en el común de mi existencia, es más, me muevo bastante bien en general en el insustancial mundo de lo virtual, pero estos días estoy como el Santo Job revivido con las páginas webs de los transportes ingleses. ¿Tanto les cuesta poner a todas, Señor Mío, que el día 26 de diciembre, ese San Esteban o Boxing Day o como narices se diga, no funciona con normalidad ni uno solo de los transportes habituales? Pues sí, les cuesta. Por eso, en las portadas te cantan las excelencias de lo fast y lo cheap que son todas, y te obligan a realizar todo un journey planner, para lo cual tienes, por supuesto, que saber que es un plan de viaje y que tienes que dominar las posibles paradas, y hasta a registrarte como usuario -¿alguien me quiere a mí decir qué necesidad tengo yo de hacerme usuaria y recibir los newsletter del Southern, por ejemplo, si lo más que hago es coger de vez en cuando los Comes?-, para luego comentarte –ocho páginas y varios cortes de venas después, en el más anglosajón de los idiomas ingleses, of course-, que hay trabajos de ingeniería, justito esos días en las vías, en todas las vías, que circulan menos trenes, aunque ya no sea ni la Nochebuena y Navidad, y que colega, ármate de paciencia, que has chocado con la flema inglesa y antes de irte de viaje, como decía la otra, aquí vais a empezar a pagar.