“And in the end, the love you take is equal to the love you make”.
The Beatles
En ocasiones me pregunto si cuando al corazón le da por apagar la luz hay alguien esperando al otro lado que te invita a sentarte a ver un resumen con los mejores momentos de tu existencia: un juguete, un gol, un beso, el mar, la familia, una noche, un viaje, un sueño cumplido, un amor verdadero. No sé si ha sido así, pero
aquí andamos compartiendo y recomponiendo tus recuerdos como si fueran las piezas de un puzzle para mantener con vida el rescoldo de tus abrazos, mientras no paran de asaltarnos a todos las mismas preguntas, la misma rabia, la incredulidad, incapaces de hacernos a la idea terrible e irremediable del ya no estás.
Será que siempre jugaste con ventaja. Como el personaje de Sabatini,
naciste “con el don de la risa y la sensación de que el mundo estaba loco”. De hecho, quiero creer -porque se trata de creer para vencer la ausencia- que es el eco de tu risa el que persiste ahora entre todos nosotros, como si liderara una rebelión contra el adiós, seguida de alguna de tus descacharrantes y festivas experiencias, incluida también la nunca superada pérdida de tu colección de Madelmans, que siempre salía a colación.
Ese eco sigue ahí, por eso no te has ido, por eso nos negamos a creer que te hayas ido, y así debe seguir durante algún tiempo, al menos hasta que llegue el momento en que toque celebrar algo y se nos quede una silla vacía, o echemos en falta tu llamada de felicitación, tu besoabrazo siempre cariñoso y atrapador, tu solomillo wellington. Ahí tocará de nuevo apretar los labios antes de estrujar las entrañas y el corazón, por mucho que también perviva ese otro eco tuyo que
nos prefiere bebiendo una cerveza y mirando al cielo.
Pero no. No ha sido una fiesta, aunque hayamos terminado brindando por ti. No hay fiesta posible cuando la vida se interrumpe, cuando se desmoronan los sueños y se desvanecen tantas ilusiones, justo en el preciso instante en que no necesitabas -necesitabais- nada más, justo en el preciso instante de eso que llamamos felicidad. Por eso las miradas perdidas, por eso los cuerpos rotos, por eso las almas vencidas, por mucho que a este lado de la luz y de las sombras la vida siga y no tengamos otra opción que brindar y mirar al cielo. Hasta siempre y por siempre.