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Erre que erre

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 Cada día que pasa queda uno menos para el final del esperpento en que se han convertido los últimos cuatro años de gestión municipal en Estepona. El primero de ellos por unas razones, los otros tres por otras bien distintas pero no menos decisivas de cara al resultado final: casi 10.000 parados y una ruina oconómica y social de la que será muy complejo levantarse.

Ayer, mañana para cuando escribo estas líneas, se celebra un nuevo pleno municipal, una nueva pantomima, en la que Valadez, como el terco que tan magníficamente representó Martínez Sória, lejos de proponer asuntos decisivos para la promoción y la mejora económica de la ciudad, se presenta con otro engendro político, esta vez en forma de resolución de alegaciones a un convenio - insiste en llamarlo universitario - que lo único que no contempla es, precisamente, ningún aspecto relativo a acercar a Estepona este proyecto.
No cabe duda de que es sencillo engañar a la opinión pública. Un convenio de estas características, cualquier asunto relacionado con el urbanismo, resultan de una complejidad que se escapa a los no expertos en la materia. Pero no es menos cierto que éste es un pueblo en el que el último de sus ciudadanos es master en urbanismo o conoce a alguien que conoce a otro que sabe de lo que va la historia. Y como se les ha engañado tanto y se les han vendido tantas motos trucadas, resutan difíciles de engañar. Y si, aún así, no dan con la tecla, pues se constituyen en Plataforma y se erigen en motor de la oposición y del control al gobierno con el resultado que todos ustedes conocen. Es cierto que en ocasiones pecan de ingenuos. La última el pasado martes cuando se les filtró un falso informe para acallarlos. A ellos y al equipo de gobierno y se intentó con algunos medios de comunicación que, aunque tarde, cayeron en la cuenta del engaño y Valadez hubo de desayunarse con un menú muy distinto del que tenía preparado.
Creo que ha sido esta maniobra la última oportunidad del alcalde de engañar a la opinión publicada. A partir de este momento y con independencia de lo que pasara ayer en el salón de plenos, la credibilidad del alcalde ante los medios antes afines, ha caído en picado. Hasta ahora, las mentiras o medias verdades en que había sido pillado, se justificaban por algunos profesionales a causa de la tensión que su gobierno generaba. A partir de esta semana, el asunto es más complejo. No solo se ha jugado con la verdad, se ha jugado con el prestigio de los profesionales y con la credibilidad de los medios de haber picado el anzuelo que les fue presentado. Los profesionales debieran plantearse esta situación en que la duda se presenta cuando, a sabiendas de que nos están mintiendo, aceptamos esas mentiras políticas que nos dicen y las convertimos en verdades, bien sea por miedo, por ignorancia, por comodidad o por cualquier otro motivo. Es en ese momento cuando el ciudadano, engañado de rebote por la ingenuídad periodística, pierde su capacidad de premiar o castigar a sus gobernantes de acuerdo a sus actos de gobierno, y queda permanentemente sometido a la voluntad de los políticos. Insisto en que lo anteriormente señalado se ha evitado felizmente como consecuancia de la reacción a tiempo y la capacidad profesional de alguno de los redactores de los medios que trabajan en Estepona. Y de la valentía de otros que, contracorriente, lanzaron a las ondas la verdad de los hechos.

Ayer viernes, mañana para quién esto escribe, es bastante probable que el asunto no haya prosperado. Y que el alcalde se vuelva a hacer la víctima y se declare un mártir acosado por los imputados en Astapa que el mismo denunció y un Partido Popular que intenta poner piedras en su camino. Uno, que mantiene una independencia de criterio frente a unos y otros, no puede por menos que tomar partido con la verdad. Y la verdad, la digan Agamenón o su porquero, no es otra que estamos ante una operación especulativa con un objeto claro: equilibrar balances en dificultades ante entidades financieras y ganar tiempo en la refinanciación de sus deudas.

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