¿Qué no? Recordemos el experimento Pigmalion en el aula. Se informó a un grupo de profesores de Primaria de que a sus alumnos se les había pasado un test que evaluaba sus capacidades intelectuales. Luego se les dijo cuáles fueron los alumnos con los mejores resultados y que se esperaba de ellos un resultado sobresaliente. Y así fue. Lo interesante es que en realidad no se realizó tal test al inicio del curso y los supuestos alumnos brillantes eran elegidos al azar, sin tener para nada en cuenta sus capacidades.
Los profesores se crearon tan alta expectativa sobre esos alumnos que actuaron a favor de su cumplimiento, convirtiendo sus percepciones sobre cada alumno en una didáctica que les llevó a confirmar lo que les habían avisado que sucedería. Se le llamó profecía auto-cumplida.Algo parecidoocurre con los horóscopos y demás aparataje de predicción.
Cuando nos sorprenden con una información de nuestro pasado que sólo nosotros conocemos, en realidad, somos nosotros mismos quienes hacemos coincidir la información aportada con nuestra realidad. Por ejemplo: si alguien nos dice “has tenido que superar una prueba muy dura en tu pasado”. (¡Toma ya!, ¿y quién no?). Siempre lo identificamos con un hecho significativo en nuestra vida. Sí, pero ¿y cuándo te adivinan el nombre y las características de un ser querido que no está?. Sencillo, el lenguaje corporal. No obstante, dejemos volar la imaginación y creamos a quienes nos auguran un buen futuro.