Después de más de una década de trabas y más trabas entre administraciones, de problemas con las empresas que iniciaban las obras y se iban a medio camino y de falta de financiación en algunos casos, se puede decir que tras la inauguración el pasado viernes de la primera fase del náutico de La Casería que San Fernando por fin mira al mar.
Una ciudad que ha estado marcada en toda su historia por su insularidad y que, incomprensiblemente, hasta principios de este siglo siempre había vivido de espaldas al mar, sin tener en cuenta las potencialidades que ofrece, a todos los niveles, un mundo como el de la náutica.
En este largo periodo han salido adelante la modernización del náutico de Gallineras, que en 2006 vio como se inauguraban sus 303 pantalanes; la puesta en marcha del puerto deportivo de Puente de Hierro con 128 atraques en un principio y que luego se ampliaron en 100 más durante un largo proceso de siete años; y por último el de La Casería, que tiene construidos cien amarres y está pendiente de otros cien que dependen de la autorización de la EPPA para el inicio de las obras.
En total, La Isla cuenta en la actualidad con 831 pantalanes, que no quiere decir que no haya muchas más embarcaciones, puesto que hay que contar con las que se encuentran fondeadas y que no se contabilizan dentro de esos 831 amarres. Por poner un ejemplo, el náutico de Gallineras tiene 303 amarres, pero lo cierto es que de la gestión del club dependen casi 500 barcos.
Lunar negro
Eso sí, como suele suceder hay un garbanzo negro en todo este proceso iniciado a primeros del siglo XXI para que la ciudad mirase al mar y es que se ha quedado en el alero el cuarto puerto deportivo que se iba a instalar en el Zaporito, con el que se cerraría el cuadrado de tener cubiertos por mar todos los flancos de la ciudad. Además, escuchando al presidente de La Corchuela, que se iba a encargar de su gestión, es una quimera pensar a día de hoy que ese cuarto puerto deportivo vaya a ser una realidad.
El primero de los puertos deportivos que se benefició de esta corriente de hacer que la ciudad mirase al mar fue el de Gallineras. Su muelle fue construido a mediados del siglo XX y, con motivo del paso de los años, necesitó de un proyecto de reconstrucción que finalizó a finales de los 80. Pero faltaba algo y ese impulso se lo dio la entidad que hoy día es el Club Náutico Gallineras (que en principio se denominaba Asociación de Pesca Deportiva Isla de León).
Fue entonces cuando sus asociados se dieron cuenta de la necesidad de mover los hilos y conseguir la construcción de los 303 pantalanes de los que hoy goza la entidad y que son gestionados por su junta directiva con un precio medio de alquiler que ronda los 72 euros mensuales (varía en función de la eslora de los barcos). Tal fue el resultado de la obra culminada a finales de 2006, que sólo un año más tarde la Junta planteó incluso la posibilidad de ampliarlo hasta los mil amarres, haciendo de Gallineras uno de los puertos náuticos más grandes de la Bahía de Cádiz.
Sin embargo, esta opción ha quedado descartada por parte de la Administración autonómica debido a la crisis económica. La junta directiva del club, que preside Domingo González, tiene previsto ahora presentar en Sevilla una ampliación de 150 pantalanes para barcos de mayores dimensiones que los que ahora tienen cabida en las instalaciones. Para ello sería necesaria una inversión que sobrepasaría el millón de euros y que la entidad náutica pretende que sea financiada a media entre ellos y el Gobierno andaluz.
Puente de Hierro
El siguiente en ver la luz fue el Náutico de Puente de Hierro, un proyecto que comenzó a fraguarse en el 2001, cuando con el Parque de la Historia y el Mar iban a desaparecer las casetas que tenían sus socios bajo el puente, y que no quedó culminado de manera definitiva hasta el 20 de noviembre de 2009. Un proceso largo que se inició con un proyecto inicial de 128 amarres y que fue culminado posteriormente con una ampliación en cien más.
El proyecto se redactó en el 2002 y después de superar todos los trámites necesarios para poder levantarlo sobre los terrenos de la antigua salina de Punta Chapela. Sin embargo, las obras no fueron adjudicadas hasta el mes de abril de 2006 a la empresa Hispania y por un importe de casi 830.000 euros.
En agosto de ese mismo año se produjo la colocación de la primera piedra y, como dato anecdótico, reseñar que un día más tarde unos vándalos entraron en las instalaciones y robaron las monedas que se habían depositado en la urna que fue enterrada como acto simbólico del inicio de obra. Los socios de Puente de Hierro también padecieron en sus carnes la incertidumbre con la empresa adjudicataria, que también estaba ejecutando las obras del Castillo de San Romualdo y las del Náutico de La Casería. Dicha mercantil dejó en la estacada a estas dos últimas, pero siguió adelante con el proyecto de Puente de Hierro.
Por fin, y tras superar muchos avatares, como tener que estar funcionando con un generador para la luz, se dio el pistoletazo de salida a las instalaciones en noviembre de 2009.La CaseríaEl recorrido por la puesta en valor de los puertos náuticos de San Fernando finaliza, por el momento, en el de La Casería, que aunque el viernes fue inaugurado oficialmente lo hizo a medio gas, a la espera de finalizar los cien pantalanes que se sumarán a los cien que ya están hechos.
La intención de la directiva, cuyo presidente es Francisco Vázquez, es que esté a pleno rendimiento para este verano.Su proceso de construcción también ha sido faraónico, tal y como lo demuestran los ocho años de lucha que han tenido por delante sus socios para que, a día de hoy, las instalaciones sean una realidad. Su principal escollo ha sido habilitar los terrenos sobre los que se ha construido para convertirlos en viables para la navegación.
Precisamente las abrasivas condiciones de dichos terrenos fueron los que hicieron que la empresa que inició el proyecto (Hispania) decidiese marcharse al pedirle más dinero al Ayuntamiento al considerar que se había quedado corto en el presupuesto inicial.
Posteriormente se tuvo que retomar el proyecto por parte del Gobierno local y cuando el PP controlaba Urbanismo para que las obras tuviesen visos de finalizarse. En el camino otro obstáculo como fue el dragado del caño y la búsqueda de la maquinaria necesaria para su realización.Finalmente todo se superó y tras una inversión de casi dos millones de euros -de los que 500.000 han puesto los socios-, por fin es una realidad. Eso sí, está pensado para embarcaciones pequeñas, puesto que el calado del caño de entrada hasta los pantalanes tiene una profundidad de apenas un metro.
Con los 200 amarres que tendrá finalmente el nuevo náutico, se dará por cubierta la demanda de plazas. Además, el precio de las mismas estará en torno a los 40 euros al mes por el alquiler para un barco de cinco metros de eslora. Aparte, los socios que finalmente obtengan plaza tendrán que presentar un aval de 2.600 euros, que se les reembolsarán en el mismo momento en el que decidan dejar la plaza por cualquier motivo.
Gallineras espera como agua de mayo el PGOU para su nueva sede
A pesar de que pueda parecer que ya está todo el pescado vendido y que los clubes se conforman con lo que tienen, nada más lejos de la realidad, puesto que el caso más significativo es el que representa el Club Náutico de La Casería, que está esperando como agua de mayo la aprobación definitiva del PGOU para desarrollar el ambicioso proyecto de la ampliación de las actuales instalaciones.
La principal actuación es la que compete precisamente a la construcción de una nueva sede social sobre la actual para los miembros de una entidad que no para de crecer. En este sentido, en el nuevo PGOU, que da sus últimos coletazos antes de entrar en vigor, prevé que se construya un edificio de dos plantas de 1.000 metros cuadrados y que tendrá forma de embarcación, estando además orientada hacía el caño de Sancti Petri y el muelle de Gallineras.
La otra gran apuesta de este ambicioso proyecto que tiene en mente el Club Náutico de Gallineras es la triplicación de las dimensiones de la marina seca de la que actualmente dispone, y que está ubicada a la trasera del actual club y sus restaurante. Y es que en la marina seca actual apenas tienen cabida 20 embarcaciones, que se sacan del agua para las tradicionales labores de mantenimiento y que en la mayoría de los casos se prolonga por espacio de casi un mes. Una situación que provoca una especie de colapso para las cerca de 500 embarcaciones que actualmente están en Gallineras entre atracadas y fondeadas.
Pues bien, dichos problemas de estrechez tendrían los días contados con la nueva marina seca, puesto que tendría una capacidad para 60 barcos lo que haría que no surgiesen los problemas que hay actualmente para la rotación de las embarcaciones que requieren de las tradicionales labores de mantenimiento.Por lo tanto, todo está a expensas de que el PGOU deje de ser un obstáculo y el proyecto comience a dar sus pasos.
Los precios de la EPPA y la diáspora de los barcos
La agresiva subida de precios en los amarres de los puestos que son gestionados directamente por la Empresa Pública de Puertos de Andalucía, al parecer obedeciendo a un fin recaudatorio para hacer frente a todos sus gastos tras las recortes en subvenciones y demás, ha provocado en los últimos meses que muchos de sus usuarios hayan buscado una alternativa más barata, o bien en los puertos andaluces que son gestionados por clubes de pesca -como el caso de Gallineras-, o incluso buscando un ahorro económico en la marina de los puertos portugueses.
En el caso de San Fernando no se da esta fuga de embarcaciones ya que los tres puertos deportivos que existen son o van a ser gestionados directamente por los propios clubes.
El presidente del CN Gallineras, Domingo González, hacía especial hincapié en este hecho y cómo que desde que se produjo esa subida desorbitada de tarifas por parte de la EPPA no para de recibir correos electrónicos de peticiones de grandes veleros para poder atracar en Gallineras.
La solución que se le ha dado a estas personas desde el club es la opción de fondearlos frente al muelle, puesto que los pantalanes están todos ocupados, y la propuesta ha tenido buena acogida hasta el punto de que actualmente hay hasta 27 veleros de más de doce metros de eslora que han huido de los puertos de la EPPA al amparo de los económicos precios que en comparación ofrece el Club Náutico de Gallineras.
En este sentido, la subida de precios de la Empresa Pública Andaluza también se ha dejado sentir en la marina seca que éste posee justo antes de llegado al club de Gallineras, donde dejar un barco durante un mes puede suponer un coste que roza los 200 euros.
Sáinz de la Maza: “Nuestro proyecto en el Zaporito está en el tanatorio”
Si la cara de la moneda la protagonizan los náuticos de Gallineras, Puente de Hierro y La Casería, la cruz es, sin lugar a dudas, la del náutico proyectado para el Zaporito y cuya gestión iba a recaer en la Sociedad Deportiva de Pescadores de La Corchuela. Incluso había redactado un proyecto en la época del PA en el Gobierno local. Sin embargo, los años han ido pasando y cada vez se ha quedado más al fondo en el cajón del Ayuntamiento, hasta el punto de que los socios de la entidad dudan de que finalmente vaya a ver la luz.
Al respecto, Manuel Sainz de la Maza, que preside La Corchuela, no se anduvo por las ramas al hablar sobre las sensaciones que tiene de cara al futuro sobre la posible construcción del náutico. “Si quiere que le sea sincero, lo único que le puede decir es que nuestro proyecto del Zaporito está en el tanatorio”, añadiendo que “ahora mismo estamos muy desilusionados y todos los socios tienen muy pocas esperanzas de que finalmente se convierta en una realidad”.
Sainz de la Maza afirmaba sentir “envidia sana” de los demás clubes de San Fernando que han logrado llegar a la meta y poder contar con su propio club náutico, aunque muestra su desencanto por el hecho de que “aquí no haya habido nadie que finalmente haya dado ese paso adelante que necesitábamos para que nuestro náutico tuviese visos de convertirse en una realidad”. Hasta el punto de que el presidente de La Corchuela aseguraba que tanto él como sus socios se sienten “la cenicienta” de todo este cuento que se inició hace una década y que iba a desembocar en que San Fernando mirase al mar en todas las direcciones posibles.
Manuel Sainz de la Maza es la viva imagen de la situación de incertidumbre, incluso se podría hablar de incredulidad, que muestran los socios de La Corchuela sobre un halo de esperanza de que finalmente el náutico del Zaporito se ejecute. “Nunca se han acordado de La Corchuela y no creo que en estos momentos, con la que está cayendo con la crisis económica, lo vayan a hacer”.
Echando la vista atrás, en los albores de un proyecto que finalmente no ha visto la luz después de tantos años, hay que recordar que incluso los propios socios habían buscado las vías de financiación para la construcción del náutico. Un dinero que, dado que finalmente no se dio el paso, se fue al limbo.