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In memóriam José Vázquez

Cuando me enteré de la trágica noticia del fallecimiento de José Vázquez Castillo, alcalde de la aromática y emblemática ciudad de San Roque donde reside la de Gibraltar...

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Cuando me enteré de la trágica noticia del fallecimiento de José Vázquez Castillo, alcalde de la aromática y emblemática ciudad de San Roque donde reside la de Gibraltar, en décimas de segundos unos escalofríos recorrieron las cataratas de mis entrañas. Porque al bueno de Pepe Vázquez, se le apagó la voz en la madrugada del domingo primero de marzo pasado.

Pero, a este caballero de la paz, de la justicia y de la libertad su mirada, su luz, su humanidad, su talante, su generosidad, su sapiencia y su saber estar han comenzado desde el mismo instante de su defunción a brillarle más que nunca. Porque ha dejado su ejemplar impronta en lo más profundo de las raíces de las diferentes capas sociales sanroqueñas y campogibraltareñas, especialmente en las del pueblo llano, como quedó más que demostrado con las miles de personas civiles, políticas y militares que se dieron cita, para darle el último adiós antes de partir rumbo a su definitivo exilio.


    Pepe Vázquez ha sido genio y figura hasta la sepultura, teniendo por modelo la justicia, la democracia y la libertad, no dejándose pegar ni un pase por las bravas, pero menos se sometió a imposiciones dictatoriales, porque hasta ciertas alimañas políticas que dicen ser progresistas y socialistas intentaron derrocarlo depredadoramente, a tenor de la célebre frase “al suelo que vienen los nuestros”.

Pero, si aún no se han querido enterar ciertos políticos de la Diputación de Cádiz, del Palacio de San Telmo de Sevilla y de la comarca del Campo de Gibraltar, les informo, que el comentario que ha corrido como la pólvora meses atrás y durante el funeral de Pepe Vázquez ha sido: “¡Vergonzoso y lamentable, lo que han hecho con él!”.
 Por consiguiente, este poeta y escritor caballero cubierto y libre pensador, desde esta ventana a la libertad, que me concede cada jueves El Faro Información, digo a quienes querían innoblemente en estos últimos años su cargo político que ya lo tienen. Pero, lo conseguirán feamente pasando por encima del cadáver de Pepe Vázquez, porque en vida no tuvieron los suficientes arrestos para lograrlo, porque Pepe no se amedrentó ante políticos del PP, pero mucho menos ante los de su propio PSOE.

Estimadas-os lectores, la amistad y el respeto que le tenía y me tenía José, Pepe, Vázquez, tan sólo él y unos cuantos de su entorno más íntimos la sabíamos.

Hasta el punto que siempre que coincidíamos en un acto me mandaba recado para que no me marchara, porque le gustaba saludarme e intercambiar unas palabras.

Y, al ser un asiduo lector de mis tribunas de opinión, me cogía de la mano al despedirnos y me decía serenamente: “Sigue, no desfallezcas, que eres muy necesario para la sociedad, sigue”.

Les confieso, que siempre lo tuve presente en mi memoria, al ser una persona que me transmitía paz, humanidad y templanza a través de sus nobles convicciones cívicas y políticas.

Y como las personas fieles a sus dogmas y doctrinas escasean como el agua en el desierto, en estos momentos con tantos políticos mal gobernándonos, a él se le recordará cada día más, como me acuerdo de Julio Anguita, del insigne profesor Enrique Tierno Galván y del alcalde de los pobres de Cádiz Fermín Salvochea.
Agradezco públicamente a la esposa e hijos de Pepe Vázquez, permitir que fuéramos personas de la cultura y de las artes, entre ellos mis admirados amigos el cronista oficial de San Roque Antonio Pérez Girón y, el gerente de la Fundación de Cultura el poeta Juan Gómez Macías, los que tuviéramos el gran honor de portar a hombros los restos mortales de Pepe, desde la iglesia hasta el coche fúnebre.

Y, ante usted mi admirado y respetado alcalde socialista y republicano Pepe Vázquez, me descubro respetuosamente por lo mucho que hizo por San Roque, por la cultura y por las artes, deseándole paz eterna porque:

“Yo aquí, vivo, pero muerto/, escribiré en la tierra de su tumba,/ con el tallo de una rosa,/ su nombre con mi sangre,/ y mis lágrimas derrumbándose./ ¡Cuántos latidos noto!/ ¡Cuántas esperanzas truncadas!/ ¡Cuántos recuerdos abiertos!/ Bendita sea su casta, nobleza y raza,/ José Vázquez Castillo”.

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