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Sucede que te suceden

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  • Antonio Jesús ruiz.
En sólo unos días se hará oficial un cambio en nuestra tierra que aunque deseado por quien les escribe, no es precisamente ni esperado, ni apropiado. Como un final que ni el mejor de los guionistas hubiera creado, Andalucía tendrá su quinto presidente. Pero, digo bien. Tendrá y no elegirá, porque a José Antonio Griñán no lo han elegido los andaluces y andaluzas en las urnas. Ha sido su predecesor y, si todo es conforme al guión que han escrito, la elección- sucesión será ratificada por sus compañeros en el Parlamento andaluz.
Cuando yo iba al colegio y jugaba en el patio al fútbol, entenderán que no me preocupaba mucho por los designios políticos de mi tierra. Sí recuerdo que en una de esas mañanas, alguien vino a explicarnos la importancia de la Constitución Española, norma suprema y de “su hijo”, el Estatuto de Autonomía.
El ejemplar estaba firmado por José Rodríguez de la Borbolla. Poco después, llegaría al Palacio de San Telmo, un hombre que venía de Madrid y que bajo las mismas siglas de los anteriores, construiría una Andalucía hecha a la medida de un presidente.

Siguiendo con los recuerdos- será que en las despedidas siempre hay un toque nostálgico-estaba estudiando el BUP cuando Manuel Chaves tomaba posesión de su cargo por primera vez. En la primavera de 2009, sólo 19 años después, ha realizado el viaje de vuelta. Una lástima que haya tenido que dejarnos ahora que casi tenía los cimientos puestos.
Cuando empezaba a encontrar el sentido de muchas de las frases brillantes que ha pronunciado a lo largo de estas dos décadas, cuando ya daba por hecho que iba a recibir de su puño y letra una carta contándome que por fin a Andalucía, no le debe nadie nada por que la deuda histórica ha pasado a mejor vida. Qué ingrata es la política, que sensación más agridulce tiene que haber pasado por la papila gustativa del ya ex presidente Chaves. Un caramelo gestionar la política territorial, con todo el follón que saben montar catalanes y vascos para que les escuchen en Madrid, pero que amarga la digestión sabiendo que deja atrás tantos y tantos proyectos.
Una encrucijada, seguro que ha pasado por una durísima encrucijada. En su fuero interno, se preguntará si en la elección habrá acertado y seguro que le asaltan dudas nocturnas preguntándose cómo pasara a la historia. ¿Le recordarán como el presidente del millón de parados, o por el que dijo que los niños tendrían un ordenador en clase, o por el que prometió un sueldo a las amas de casa, o por el que haría hospitales con habitación individual?
Otra vez, qué pena y que injusta es la vida del político. Abandonar la presidencia o cualquier otro cargo puede ser legítimo, acertado e incluso beneficioso. Lo que lo hace aberrante es el cuándo y cómo. Así, no. Andalucía no lo merece y menos aún tener que ponerse un paraguas para aguantar el aluvión de críticas que están cayendo de Despeñaperros para arriba, ya que allí nadie entiende la maniobra por la que el gran presidente se ha convertido en gran ministro. Y al no entenderlo, dibujan el panorama andaluz y a mí, se me caen dos lágrimas. Hablan de mi tierra y la pintan como ellos la ven, que a su vez, es como el presidente saliente la ha moldeado en todos estos años.
El avance experimentado, que por razones obvias no voy a negar, es sólo una sombra de lo que lo han hecho otros pueblos. Dos indicadores ligados entre sí nos sirven para evidenciar cuál es nuestra situación, el fracaso escolar y el nivel de desempleo. Mientras que no se actúe para atajar la una, el otro tampoco avanzará.
Deseo de todo corazón que Griñán corra mejor suerte como presidente que la que ha demostrado como responsable económico. Tiene usted por delante una tarea que estamos esperando que se ponga en marcha desde hace más de dos décadas. Aquí todavía estamos en los ochenta y hay que hacer una revolución que nos despierte de la parálisis y el coma inducido en el que nos ha dejado su antecesor.

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