Es de suponer, quizás demasiado, que en una campaña tan apretada, con cuatro fuerzas políticas que pueden tener opciones de gobernar de alguna manera después del 20 de diciembre, que un territorio tan grande, tan poblado y que aporta un importante número de diputados al Congreso sea interesante para estas fuerzas políticas y que esa importancia quede reflejada en sus programas electorales.
Si damos un vistazo a los programas colgados en las paginas de las diferentes candidaturas en internet, nos llevamos la ingrata sorpresa de no ver ninguna propuesta vinculada a Andalucía ni Unidad Popular, ni en Podemos, ni en el de Ciudadanos. En el del Partido Popular solo se menciona una vez a nuestra tierra pero por el conflicto con Gibraltar, y en el del PSOE también solo una única iniciativa vinculada al desarrollo de la industria militar.
Parece que en materia de empleo, ninguna candidatura tenga en cuenta la brecha entre el sur y norte del Estado, parece que las recetas serán las mismas sin tener en cuenta esta situación, ninguna incidencia tiene en sus programas que Andalucía tenga el record del paro no solo del Estado, sino de todas las regiones de Europa.
Siempre nos hemos quejado de la triste visión de Andalucía por parte de los partidos, que parece que solo están interesados en los 61 diputados que nuestras ocho circunscripciones sientan en la Carrera de San Jerónimo, pero ya ni siquiera prometen liberar autopistas, ni apoyar a nuestros puertos, ni hablan de infraestructuras importantes para nuestra tierra, ya no se cortan un pelo, es más resulta curioso, que los candidatos ni siquiera pasen en campaña por las provincias de Huelva, Córdoba, Jaén o Almería.
Y si entramos en los mensajes de la campaña también resulta lamentable, que las únicas aportaciones de Andalucía a la misma sean para hablar de la corrupción en materia de los EREs, o el desconocimiento de dos de los candidatos de la historia reciente de nuestra tierra, desconocimiento absoluto sobre lo ocurrido el 4D, el 28F y el desbloqueo de nuestra Autonomía, aunque después de treinta años de ocultarla o reescribirla de forma interesada desde el poder, es normal que esto ocurra.