El repetido mantra de acabar con las mayorías absolutas y con el bipartidismo porque es bueno para la democracia es cierto, pero si ocurre, como ocurrió el 20D, supone abordar la situación política con más diálogo, y por supuesto con más capacidad de llegar a acuerdos.

Tras los resultados de las pasadas generales, nos encontramos a un PP solitario, con un Presidente en funciones incapaz de comunicarse con nadie para cerrar acuerdos, hasta el punto de saberse que tenía la agenda muy despejada. Ningún encuentro, y muchas ruedas de prensa.

Ahora es el tiempo de Pedro Sánchez, que se muestra animado con el reto de formar gobierno y ganar la investidura, y eso con un panorama en el que su socio necesario, Podemos, le ha insultado, menospreciado y hasta ridiculizado, presentando un gobierno de coalición en el que no solo le ponía los ministros de su partido, sino también los socialistas y hasta a Alberto Garzón en el Consejo de Ministros.

Al final Podemos y Pablo Iglesias entran en la casta más casposa, la de los sillones, más preocupados de la posición de los escaños que ocuparían en el Congreso, y de contar con vicepresidencia y de un buen número de ministros.
Nada habla de evitar los desahucios por Ley, o de acabar con la pobreza energética, entre algunas de las medidas que han defendido desde la calle.

En distinta posición encontramos a Rivera, permitiendo gobernar con los votos de Ciudadanos primero a Rajoy y ahora a Sánchez independientemente de las medidas de su programa que se puedan aceptar.
Todo sea por la estabilidad y los mercados.

Parece que seguiremos con la política de postureo, cuando los números no sumen, seguramente llegará la hora y la estrategia para buscar culpables a la posible incapacidad de constituir gobierno.

Si no hay conejos en la chistera, si no hay cartas guardadas, y si todos hacen lo que han venido diciendo antes y después del 20D en junio nos encontraremos otra vez con las urnas.