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Comunicación y centralismo

El domingo pasado volvimos a dormir una hora menos. O a levantarnos una hora más tarde, tanto da...

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El domingo pasado volvimos a dormir una hora menos. O a levantarnos una hora más tarde, tanto da. Porque quienes nos (des)gobiernan, siguen cerrados en la peregrina idea de que así “se ahorra” electricidad, y olvidando que una hora menos por la mañana también es una hora menos por la tarde. Vamos, que si amanece antes, también oscurece antes. Y que comercio e industria, el mayor porcentaje de consumo, es indiferente a la hora oficial: sus luces y sus máquinas están encendidas todo su horario de trabajo. Lo peor es que eso viene de quienes obedecen fielmente los intereses de las eléctricas, les permiten subidas astronómicas, les regalan incentivos fijos para “compensar” ¿qué? ¿qué compensan? como no sean los también astronómicos sueldos de sus dirigentes y asesores, esto último más conocido como “pago de favores”. Se puede estar seguro: si realmente ahorrara energía, disminuiría el ingreso de las eléctricas y el Gobierno, entonces, no lo permitiría. Los gobiernos tendentes al totalitarismo, necesitan dos cosas: dominar al ciudadano, acostumbrarle a obedecer, a dar por buena cualquier norma que se le imponga, para justificar imposiciones contra su propio interés. Para ello precisan simular un interés en su bienestar, que en realidad no tienen. No es bienestar retirar incentivos al poner menos multas o enviar menos enfermos a especialidades, ni ayudar a los poderosos en sus desahucios, ni permitir que la electricidad y la telefonía sean las más caras del mundo

Obedecer sin rechistar, soportar y aprobar toda imposición, aunque destaque por dictatorial o contraria al interés general; así se gana un electorado sumiso ante cualquier arbitrariedad, como gastar dinero de todos en pagar autopistas sin circulación, en el centro, y al mismo tiempo abandonar la comunicación en la periferia. Hace tiempo estamos más que bien informados de cualquier losa que los empleados municipales hayan podido levantar en Madrid. Pero salvo ciertas relevancias de las comunidades mimadas, difícil es conocer cómo anda el resto, excepto alguna desgraciada catástrofe. Para desgracia de todos, Madrid incluido, los medios del centro practican el centralismo. Es decir, las empresas más fuertes, radicadas en la villa mesetaria, deciden qué se informa.

Un pueblo consciente, formado, preparado y preocupado por la Justicia, manifestaría airadamente su protesta ante toda manipulación centralista, pues lo que se hace a Andalucía (mejor lo que se le quita), puede recaer también en Extremadura, en Valencia, en Castilla-León o en Galicia. Por ejemplo. Un pueblo adocenado, calla. Y hasta lo aprueba, si el daño es para otra Comunidad. En este caso, para Levante y Andalucía, dónde el Gobierno central y centralista, apoyado por la no menos centralista Junta “de Andalucía”, niega la construcción del corredor ferroviario del Mediterráneo. En realidad, sería un serio ”peligro”. Andalucía podría recibir directamente mercancías y personas y, peor aún, podría exportar directamente, lo que supondría mejorar su tejido empresarial. Y eso es algo que el centralismo no puede soportar.


¿Se entiende ahora qué es centralismo? Pues, eso.

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