Con su inconfundible porte de diva rebelde y a sus 77 bien llevados años, Nacha Guevara no da señales de estar cansada. Icono argentino internacional, prefiere huir de la etiqueta "leyenda" porque asegura que su carrera está aún en "construcción", pero ya sueña con llevar su intensa vida al cine.
"Es una vida interesante, me pasaron muchas cosas", cuenta a Efe la actriz y cantante en uno de los hoteles más señoriales de Buenos Aires, adonde llegó con su larga melena cobriza, vestida de impoluto blanco y con inseparables gafas de sol.
Nacida en Mar del Plata en 1940, muchos se preguntan el secreto de su eterna juventud. Al menos en lo que respecta al espíritu, insiste en la necesidad de vivir el presente: "El único poder que tengo está en este momento. Por el pasado no puedo hacer nada, por el futuro tampoco".
"Una vida quieta es una vida muerta. La vida es contraste, te va bien, mal, estás arriba, abajo. En cada momento hay que tratar de estar en el centro, ese es el desafío, pero estamos aquí para que nos pase de todo. No importa lo que nos pase, es cómo elegimos vivir lo que nos pasa", recalca con cuidada verborrea.
Y sí. La de ella ha sido una vida que ha tenido de todo. Desde sus inicios artísticos, en los 60, no ha resultado indiferente a nadie, y ha desafiado con sus satíricas obras a democracias y dictaduras hasta el punto de tener que marcharse de su país, lo que la cambió para siempre.
"Le estoy muy agradecida al exilio. No a quienes lo provocaron, ni a las razones por las que tuvimos que huir, pero sí a la experiencia en sí, a la gente que nunca habría conocido si no hubiera pasado esto, a las oportunidades que tuve, que jamás hubiera tenido si me hubiera quedado aquí", reconoce.
La Guevara se marchó de Argentina en 1974, cuando al poco de morir Juan Domingo Perón y con su viuda, 'Isabelita' como presidenta, fue amenazada por la Triple A, organización paramilitar estatal que operó durante los años previos a la última dictadura (1976-1983).
Una década después, de nuevo en democracia, retornó a Buenos Aires tras calar hondo en países como Brasil, México y principalmente España, lugar que dice conocer mejor que Argentina.
"Se puede vivir un exilio de muchas maneras, se puede vivir deprimiéndote... Yo siempre digo que mi motor fueron mis tres hijos", confiesa.
Multitud de discos, películas, espectáculos teatrales y televisivos y premios avalan su trayectoria, marcada por su colaboración con el escritor uruguayo Mario Benedetti y su interpretación de la emblemática exprimera dama Evita Perón.
Ahora, casi octogenaria, la veterana artista quiere divertirse.
"Vengo de hacer cosas muy trágicas, como la vida de Eva, donde tenía que morir todas las noches. Hacer una cosa divertida ya me lo merezco", destaca.
Llega así "Las canciones que nunca volví a cantar", un espectáculo en el que en marzo, en Buenos Aires, relatará sus éxitos y fracasos interpretando canciones que la vieron nacer como artista, buscando recuperar la frescura e inocencia de sus tiempos en el Instituto Di Tella, centro de reunión de los artistas más vanguardistas de los 60 en la ciudad, clausurado por el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía en 1970.
"No buscábamos hacernos famosos, era pura necesidad de experimentar y divertirnos", añade.
A pesar de no ser "nostalgiosa", Clotilde Acosta -su verdadero nombre- se toma la libertad -su "bien más preciado"- de retomar ese ingenioso material y mostrarlo a los actuales jóvenes. "Porque cuando vino la dictadura se cortó abruptamente y nunca recibieron esa herencia cultural", agrega.
"A veces extraño la insolencia, la falta de miedo que teníamos. Después nos pasaron muchas cosas, como a todos. En especial nuestra generación recibió mucho castigo, por tener tanto desparpajo y ser tan libres", argumenta.
Amores no le han faltado, pero el "más permanente" ha sido su público, fieles seguidores que la idolatran.
"Me parece que no es bueno considerarse una leyenda, porque una leyenda es algo que está terminado de hacer y yo todavía estoy en construcción", sentencia.
Consultada por la política -en 2009 fue elegida diputada del peronismo pero asumió su banca- contesta tajante: "Nunca he pertenecido a ningún partido. Mi constitución interior no me permite pertenecer a un grupo que va como una manada detrás de un líder".
Luego de encarnar sobre las tablas a figuras históricas, y aunque su cercanía la aleja de las maneras de diva, Nacha sí tiene una ilusión de estrella: que alguien lleve su vida a la pantalla grande.
"Hace tiempo que escribí un guión para cine que se llama Clotilde, donde cuento todo el exilio hasta la vuelta, con flashes de la infancia. Me gustaría mucho que esa película se hiciera", adelanta.
Eso sí, el último capítulo no lo haría cualquier actriz. Esa parte se la reserva para ella.