Cuando esta mañana, a las 9.00 horas, sonó el timbre de inicio de la jornada lectiva en el colegio Santa Teresa, junto a La Caleta, y los padres y madres se marchaban para llevar a cabo sus quehaceres cotidianos, cuatro mujeres se quedaron bajo el porche de entrada.
Con un carro doble y un cartel en el que se podía “PTIS, en huelga, dignidad laboral”, el grupo decidió permanecer toda la mañana a las puertas del centro para atender, en caso de necesidad, a sus hijos, dado que la técnica de integración social se ha sumado a los paros convocados por los afectados.
Laura deja claro, antes de contar los problemas que sufren familias como la suya por la falta de recursos, de que respaldan, sin duda alguna, las reivindicaciones de los profesionales, y valora el papel que ejerce la dirección del centro, que se ha manifestado en la misma línea de manera reiterada.
En el colegio Santa Teresa, explica, hay una PTIS contratada a cinco horas que se encarga exclusivamente del aula con alumnado con necesidades específicas, y otra más con solo tres horas para dar servicio a otros ocho alumnos de diferentes cursos, entre los que se encuentran los hijos de las cuatro mujeres que hablan con VIVA CÁDIZ, “algo del todo insuficiente”. Y, además, la profesional “cobra mal, muy poco”.
A la Administración autonómica “se le llena la boca con la inclusión, pero se queda en el papel”, advierte Laura, profesora, precisamente, de Educación Infantil y Primaria con reducción de jornada actualmente, y madre de Marina, una niña de cinco años con atrofia espinal tipo 1 que se desplaza en silla de ruedas y precisa de ayuda “para abrir una botella de agua o el propio desayuno, para ir baño”.
“Los equipos de orientación educativa y psicopedagógica determinaron en marzo que nuestros hijos precisan de un programa transversal de educación, un PTIS y un logopeda, pero, cuando arrancó el curso, nos encontramos con esto”, indica, por su parte Sara, cuya pequeña, Victoria, fue diagnosticada con una mutación genética del cromosoma 8 que la ha llevado a repetir el primer curso de infantil, pese a contar con cuatro años, dado el retraso cognitivo y motor, más las deficiencias visuales, que padece.
“Si mi hija pide ir al servicio, aguanta lo que aguanta si la acompañan”, relata. En las actividades extraescolares, no tiene, sin embargo, este problema, porque de manera inmediata se ponen a su disposición. “Temo que crea que cuando está en clases, lo normal es no aguantarse porque nos ha costado mucho que controle los esfínteres y no queremos pasos atrás”, agrega.
Carmen, con un hijo con trastorno del espectro autista no esconde su indignación. Al niño, dice, le cuesta estar cinco minutos concentrado en clase si no está acompañado de la PTIS. “Si se pone a gritar, no solo le afecta a él, también a sus compañeros”, expresa, preocupada, con tono suplicante para justificar su demanda a la Junta de Andalucía para que amplíe los recursos.
“Lo que pasa es que, sobre el papel, el Gobierno regional considera que se cumple el número de PTIS por número de alumnos, pero no es real porque la profesional contratada a tres horas no da abasto”, advierte Laura.
“Mi hija de tres años, con un retraso madurativo severo, no tiene paladar. Se puede atragantar cuando desayuna, no controla esfínteres, hay que ponerle el desayuno delante y explicarle que debe desayunar”, relata la cuarta madre. “Sin atención educativa, como actualmente, la inclusión no existe”, denuncia.
Por ello, la idea es estar cada mañana, y durante toda la jornada lectiva, en la puerta del colegio Santa Teresa hasta que la Junta de Andalucía dé solución a los PTIS y vuelvan al trabajo.