Hace un año, la necesidad económica propinada por las ruinosas gestiones directivas llevaron al Sevilla a vender a Navas y Negredo a razón de unos 60 millones de euros. Este verano, sin alegar aquella imperiosa necesidad monetaria, el club ha vuelto a desarmarse, con o sin su voluntad, tras las ventas de Rakitic y Fazio, principalmente, que junto a la de Alberto Moreno han dejado en las arcas nervionenses curiosamente otros 60 ‘kilos’.
¿Cuestión de necesidad o de mentalidad? Lo cierto es que por una razón u otra no hay verano en el que el mercado respete la base conformada con jugadores sacados de la nada y convertidos en futbolistas top en el panorama internacional. Ya sucedió con Reyes, Baptista, Sergio Ramos, Dani Alves, Keita, Adriano... y ahora les tocó el turno a un croata que, según él, estaba enamorada de la ciudad y del club, y de un central argentino al que la afición y sus distintos técnicos le han soportado carros y carretas y que al final ha optado por tomar la puerta de atrás de Ramón Sánchez Pizjuán.
Lógicamente, desde las altas esferas del club siempre se intenta justificar esta serie de dolorosos traspasos aludiendo al potencial económico existente en el mercado europeo, fundamentalmente en la Premier League, y tendrán su buena parte de razón. Pero al Villarreal no le quitan a Musacchio, ni al Valencia a Dani Parejo. El Atlético Madrid sí que ha padecido las garras inglesas, pero se marchó Diego Costa y aterrizó Mandzukic. En el Sevilla por Rakitic ha venido un descarte del Valencia, Banega. Mientras que por Fazio ha aterrizado un lateral francés con nombre verdaderamente impronunciable y que en el Niza no se atrevían a ponerle en el eje de la zaga.
Esta sí es la realidad. Y por ello, el monumento a Unai Emery tras rearmar hace un año a un equipo totalmente nuevo y hacerse con el tercer entorchado europeo debiera ser cuanto menos tan alto como la Pelli. Pero claro, no todos los años suena la campanita, por más que quiera esmerarse Monchi rastreando el mercado low cost. Emery le pidió al club un esfuerzo para intentar retener a Rakitic y, sobre todo, para no perder a Fazio. Y al final, no contento con ello, también le han arrebatado a Alberto Moreno.
Su silencio público le delata. Apenas se queja cuando tiene el altavoz en sus manos, aunque sí aproveche de vez en cuando para soltar un dardito envenenado, pero para muchos no es suficiente, mas cuando ya es la segunda ocasión en la que ve con sus propios ojos como le desmontan el “re-proyecto”. Este verano ya ha dicho que no tiene equipo para pelear por Champions. Ahora, le guste más o menos, la pelota vuelve a estar en su tejado. Y una vez más, de su ‘magia’ dependerá la deliberación en el futuro juicio final de la afición.