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Desde la Bahía

El salvaje ‘bullying’

¿Pero cuándo empezó el ser humano a ser agresor, ave de rapiña o carroñera?

Publicado: 11/06/2023 ·
16:09
· Actualizado: 11/06/2023 · 16:09
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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La vida se nos ha dado. Luego cada uno la hace a su forma o a la fórmula que le han obligado a elegir. Es muy complicado y realmente imposible ponerse dentro de “la piel” del creador del ser humano y de la vida en su totalidad. Cuál fue su pensamiento en aquel momento que decidió darnos la existencia y, sobre todo, cual es la finalidad que, con esta vida dada, deseaba conseguir. ¿Cuál es la realidad, si es que esta existe? Que me perdonen el resto de los seres vivos, pero hoy solo voy a referirme al ser humano. Tenemos una vía óptica que desde la retina se extiende hasta la parte posterior del cerebro. La lesión irreversible en cualquier parte de la misma nos lleva a la ceguera. Ya no hay colores, ni luz. El ciego no puede imaginarse una situación polícroma. Son la luz y el color una irrealidad orgánica. Casi convence, pero la margarita, la rosa, la luz solar y los océanos parece que sabían que iban a ser admirados por unos ojos soñadores. Así podíamos seguir con los demás sentidos y llegaríamos al triunvirato que da el poder y la posibilidad de una vida consciente dentro de la esfera dubitativa en que nos movemos y que son la memoria, la voluntad y la inteligencia apoyada en el único eslabón que nos diferencia de los demás seres vivos; la capacidad de reflexión.

De los siete mil millones de personas que estamos en este planeta, no todos son cristianos, ni católicos, ni tienen la Biblia como libro sagrado. La ciencia nos habla de la evolución de los seres orgánicos y de cómo se llegó desde el inicio de la vida hasta el ser humano, donde la evolución parece haberse parado antes de perder su protagonismo.

Empiezan a asombrarnos los descubrimientos y avances técnicos conseguidos por la inteligencia de hombres y mujeres y se comienza a vislumbrar un claro punto de inflexión en la evolución humana, que diferenciará lo vivido de lo futuro, dominado por la inteligencia artificial cuyos límites en la actualidad son inimaginables. Por ello y a pesar de lo expuesto al principio, la vida es bella, vivir es lo mejor que nos ha ocurrido y nuestra mayor tarea es poderla hacer feliz. Nadie quiere en principio morir y además se nos ha dado el instinto de conservación que hace aún más cierta esta afirmación.

¿Pero cuándo empezó el ser humano a ser agresor, ave de rapiña o carroñera? Desde la tradición oral a los primeros escritos, solo se han transmitido con anormal energía las batallas, las corrupciones, los abusos de todo tipo, la utilización cruenta y fraudulenta del nombre de Dios. El instinto de superación se ha erigido como “líder” y resentimiento, envidia y odio han avanzado hasta conseguir inscribirse en el código penal. Persiste el amor y los valores éticos y morales, pero le van reduciendo su atmósfera, que comienza a ser irrespirable. Es en este contexto donde la “vida” adquiere el criterio de “difícil”, y lleva consigo motivos depresivos y ansiosos de tal intensidad que, en un momento determinado, el ser humano cree cerradas todas las salidas, menos la que le lleva a acabar con su propia existencia. Guerra en Ucrania. Soberbia invasora. Muertes a diario. Presumimos de un mundo globalizado. La ONU. Pero lo más que suena es la petición de armas, en vez de ir a buscar entre todos los países un diálogo que termine rápidamente con la situación existente, porque no se comprende cómo se puede hablar de armas que acaban con tantas vidas de inocentes, soldados, población civil y, sobre todo con cientos de niños comenzando a vivir sus juegos. La palabra “canalla” no sé cómo utilizarla. Un día llegará el diálogo y el alto el fuego, volverá la normalidad ciudadana, pero estos niños y aquellos inocentes, como las golondrinas de Bécquer, no volverán.

Pero siempre hay algo peor, la cronicidad del daño. Y ahora nos enfrentamos al Bullying - acoso escolar - que se dice procede de una fuerte frustración, pero en realidad es un fracaso colectivo de toda la sociedad de un país. Es preciso que los poderes públicos y sus leyes educacionales, las aulas, los enseñantes, los medios de comunicación y sus a veces absurdos o resentidos debates y el código penal, se enteren que quien de verdad sufre este acoso a sus hijos, que a veces acaba con un joven quitándose la vida, son los padres y deben ser ellos los principales en darle la más esmerada educación que les sea posible. Inventos y perjuicios aquí se hacen sinónimos. Y en estos días hemos llegado a un máximo que estremece a cualquier persona de digna honradez. No importa el país. Una joven de trece años no pudiendo soportar el cruento acoso a que estaba sometida, se suicida y los responsables, menores de 14/15 años, muestran su regocijo en redes sociales por este hecho. Habrá que repasar detenida y razonablemente la minoría de edad y su responsabilidad, porque en esta ocasión -y creo que en todas las demás- sabían muy bien que hacían daño.  Es el acoso una de las causas fundamentales del aumento -estamos en 8,4/100.000- de los suicidios en menores de 15 años.

La vida se nos da. Hay que hacerla, pero no con fines políticos, sino con la imparcial contribución de todos los organismos citado y la especial acción de los padres. Así será bella y alegre sobre todo en estas edades. Y serán más comprensibles creación y Creador.

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