Las elecciones catalanas del próximo 14 de febrero son una auténtica aberración acompañada de una cascada de sinsentidos que va más allá de una mera negligencia sanitaria.
Que en plena pandemia, en las semanas claves de una ola de repuntes, de ingresados y de fallecidos se plantee una convocatoria electoral como si no ocurriera nada es, además de una irresponsabilidad sanitaria descomunal, una manifiesta alteración democrática.
SI ya le unimos el hecho de que tanto los gobiernos autonómico catalán y central español como la Junta Electoral van a permitir que las personas contagiadas y confinadas puedan salir de sus casas para ir hasta un colegio electoral a votar, el despiporre ya roza el surrealismo más kafkiano.
¿Pero cómo pretende el Gobierno de España garantizar a los enfermos de Covid (que puede ser cualquiera en cualquier momento) su derecho al voto? ¿Cómo pretenden garantizar desde la Junta Electoral que alguien no acuda a una mesa electoral si siente síntomas de COVID, alerta ante la que cualquiera a estas alturas ya sabe que está obligado a quedarse en casa? ¿Cómo pueden obligar a un ciudadano a estar en una mesa expuesto a que contagiados y sus contactos vayan a votar a esa mesa electoral? ¿Garantiza el Gobierno que el contagiado de su casa al colegio electoral va de forma directa, sin tocar nada ni evitar posibles contagios? ¿Quién ha pensado que era buena idea tener más de media economía paralizada, familias enteras confinadas, negocios arruinados, decenas de muertos cada día, familias sin poder verse pero sí se pueden celebrar actos electorales, mítines?
El cálculo electoral del partido del Gobierno, que presenta de candidato al que hasta antes de ayer era el ministro de Sanidad se ha puesto por encima de la salud y de la democracia. Pero nada ni nadie los para.
El mismo Gobierno que se vio “obligado” a intervenir Madrid ahora permite unas elecciones, no ya por las elecciones en sí, sino por la movilización de personas y por la pérdida de derecho al voto de muchos ciudadanos que, como es lógico, no podrán votar.
No, señores del Gobierno, lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible. Y por tanto, de lo que ocurra tanto en lo sanitario como en lo democrático, son los únicos y claros responsables. Lamentablemente dudo, que se pueda recuperar ya esta alteración democrática que sienta un grave precedente en nuestro país.