Me parece torticero intentar pretender que la libertad de expresión que a todos se nos reconoce, gracias a Dios, no funciona igual cuando se trata de determinadas personas, por muy neutras que deban ser. En este país tan abierto y donde todo nos parece tan normal, lo más común nos hace rasgarnos las vestiduras, ¿o es que sólo le está permitido pensar y expresar lo políticamente correcto?, ¿es ése el razonamiento?, ¿o es mejor que piense lo que quiera pero que nadie se entere? O peor, ¿es mejor que diga lo políticamente correcto y actúe de manera absolutamente contraria? Personalmente, me importan un comino la monarquía, -monarquía parlamentaria que votaron nuestros padres-, y con la que yo me tengo que aguantar de momento, las palabras de la reina, la nueva nariz de Letizia, y las fosas nasales de su ex cuñado. Lo único que envidio es la capacidad de esta gente para ofrecer a sus hijos la mejor de las educaciones, que no sus servidumbres. Y debo reconocer que en determinados momentos su papel, el de la monarquía, ha sido fundamental.
Pero seamos realistas, pretender que una señora de 70 años, reina, que ha nacido y vivido en esos valores tradicionalistas, opine de otro modo es tanto como querer tapar el sol con un dedo. Nos gusten o no, debatamos sobre la conveniencia de que las exprese o no, las personas necesitan un seno en el que evolucionar y ver evolucionar sus ideas y la monarquía no es para eso la mejor de las instituciones. ¿Obama o McCain?