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Jueves 02/05/2024  

Jerez

Agustín Pérez, alcalde perpetuo de San Mateo

Su droguería era  también confesionario de parroquianos y parroquianas, sala de reuniones para analizar los problemas de esa zona única

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  • La plaza del Mercado, corazón del barrio de San Mateo. -

De profesión droguero, de los de toda la vida, gracias a esa persona, cuyo nombre desconocemos, que le admitió como aprendiz en calle Francos y le inoculó la pasión por ese negocio y por la atención al público. Como afición principal tenía la pintura y lo escribo así porque lo de pintar siempre lo consideró como algo al margen de su vida profesional, aunque los pinceles no se le daban nada mal, sobre todo cuando le tocaba llevar al lienzo cualquier imagen de su barrio, de ese San Mateo cuyo amor compartía con el de su mujer, otra artista de la vida, y su hija.

En el centro de Intramuros montó su negocio, nada más llegar de Tetuán donde hizo la mili, su casa y su museo de obras de arte, que era también otra de las patas de esa mesa que conformaba la polifacética vida de Agustín Pérez que incluso manejaba con sapiencia el órgano de la iglesia del apóstol y evangelista, donde todos los días se daba de cara con Nuestro Padre Jesús de las Penas y su Madre, María del Desconsuelo, como también se asomaba, a diario, a la capilla de Santa Marta o colaboraba cada año con ese certamen de Paletas de Colores que puso en marcha su amigo, su hermano Santiago Zurita.

Su droguería era  también confesionario de parroquianos y parroquianas, sala de reuniones para analizar los problemas de esa zona única con la que vibraba cada amanecer, despacho desde donde poner en negro sobre  blanco las peticiones para que los distintas administraciones se hiciesen eco de las necesidades de una collación que es historia viva de lo que hoy es Jerez, habitáculo idóneo para enlazar charlas sobre el futuro que le esperaba a aquellas calles que saben mucho de pasados esplendores y también fue siempre punto de encuentro de políticos que comprendían y admiraban el activismo vecinal de Agustín y su mujer, sabedores que sus ruegos eran de justicia para que la historia no se olvide de donde comenzó todo.

Y además las verbenas  que organizó, las puertas a las que llamó, su implicación en el arranque de la Asociación de Vecinos, su presencia en las hermandades o su saber estar en cada movimiento que fuese para mejorar ese arrabal por lo que ya se relamía de entusiasmo  ante esas próximas obras que ahora verá avanzar desde el palco privilegiado de las buenas gentes. Descanse en paz el alcalde perpetuo de San Mateo.

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