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El año que nos pidió compromiso

No hay motivo para el derrotismo o la resignación. Eso sí, toca comprometerse

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Termina 2016 dejándonos la sensación (a veces algo más que una sensación) de que este mundo tal como está configurado, no da más de sí. No obstante, me alineo con quienes afirman que todo tiempo pasado fue peor. La desigualdad, la injusticia social, los problemas medioambientales, son problemas a los que hemos aprendido a ponerle nombre hace muy pocas décadas. Antes, simplemente formaban parte del paisaje.

Como la violencia de género, no sólo practicada durante siglos sino amparada por las instituciones, bajo la complicidad social y eclesial. Violencia machista unida a un patriarcado imperante durante siglos que, sin embargo, tiene fecha de caducidad. Justo porque se sabe extinguido, derrotado éticamente, no se rendirá fácilmente al modelo paritario llamado a sustituirlo. Como el cambio climático, que, aunque Trump y la tropa negacionista se resistan, no solo es una evidencia científica sino que provocará más pronto que tarde el nacimiento de un modelo productivo más sostenible.

Como la extensión del conocimiento, inexorable a pesar de las contrarreformas educativas. Antes concentrado en las clases pudientes a través de un sistema educativo elitista que aseguraba que solo podían estudiar los hijos de los ricos, todavía hay algunos sectores que añoran el viejo sistema educativo hasta el punto de querer restaurarlo. En general, pese a los defectos de los nuevos modelos educativos, en todo el mundo los jóvenes están mejor formados, abriendo una brecha generacional respecto a sus padres, muchos de los cuales no pudieron terminar los estudios primarios. El impacto de este cambio está por ver.


Es verdad que paradójicamente el mercado laboral, cada vez más desregulado y precario, no es capaz de dar oportunidades a estos jóvenes. Pero, aunque a muchos de le olvide, el conocimiento es el principal vector de desarrollo y la mejor vacuna contra la manipulación y contra las dictaduras y las democracias de baja calidad. Los nuevos medios tecnológicos, las redes sociales y los espacios virtuales donde hemos dejado de ser consumidores pasivos, pasando a ser creadores de contenido, opinión y proyectos, nos da unas posibilidades inimaginables hace poco tiempo.

En ninguna época de la historia, los/as ciudadanos/as de a pie hemos tenido mayor capacidad de contribuir a la transformación de la sociedad. Nunca ha estado tan clara la conexión entre lo local y lo Global. No hay motivo para el derrotismo o la resignación. Eso sí, toca comprometerse. En tu entorno más próximo vinculados a tu territorio o en movimientos sociales más amplios. Toca ocuparse de la polis, de comprometerse en política más allá de votar cada cuatro años. Toca construir convivencia frente a quienes quieren levantar barreras. Feliz 2017.

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