A las tres de la mañana del pasado día 26 de febrero se apagó, para este mundo, su sonrisa permanente; a las tres de la mañana del último domingo del mes de febrero su cámara de video se paró, sus fotos se tiñeron de negro y su mano, siempre atenta a saludar, quedó inmóvil. Don Ruperto Pozuelo, un extraordinario seguidor de Don Bosco, nos abandonó a los 95 años de edad y 76 de vida religiosa, de ell0s más de cuarenta en los talleres, esos talleres que llevarán para siempre su nombre, del Colegio Manuel Lora Tamayo.
Una salesiano ejemplar, desde que se levantaba a las 7 de la mañana para ser el primero en llegar a los talleres, hasta que se acostaba en su habitación rodeado de recuerdos de una vida entregada a Dios y a los demás, sobre todo a los más jóvenes, a los más desfavorecidos. Medalla al Mérito en el Trabajo; Hijo Adoptivo de Jerez; Medalla de Plata de Hinojosa del Duque; una persona humilde que jamás quiso aparentar más de lo que era, un salesiano coadjutor, un religioso que decidió entregar su vida a las enseñanzas de Don Bosco y a sus jóvenes, esos jóvenes que se le acercaban como un día se acercaron a Don Bosco porque que “mis antiguos alumnos me vean por la calle y se acerquen, vayan por una acera distinta y crucen para abrazarme, eso es una buena señal, que pasasen de largo no lo sería”, me comentó en una entrevista que le hice hace ya cinco años.
Esa era su alegría, que un antiguo alumno le saludase. No quería más. Ya estaba contento. Su vida era su trabajo en el taller, con los muchachos, el rezo del Santo Rosario y la Misa vespertina antes de retirarse a cenar y a reflexionar sobre su día. Así prácticamente hasta una semana antes de irse al encuentro del Padre y a saludar a su María Auxiliadora. Personal e intrasferible, don Ruperto Pozuelo a la pregunta de ¿qué hubiera sido de no haber optado por el camino de la salesianidad consagrada? respondía que “de todas maneras, hubiera sido lo que soy: Salesiano de Don Bosco” y como tal fue, hasta el fin de sus días en este mundo, un fiel defensor de las Escuelas Profesionales de Don Bosco al que consideraba un ser “incomparable”. Como lo fue él mismo.