El historiador Santos Juliá cree que la Real Academia de la Historia "debería destruir" la edición en papel del Diccionario biográfico español porque "no ofrece ninguna garantía", y tendría que "someter a corrección" la versión digitalizada para colgarla luego en la red.
"El diccionario ha sido hecho de una manera chapucera, desde el principio hasta el final", asegura en una entrevista con Efe Santos Juliá (Ferrol, La Coruña, 1940), que hoy hablará de su trabajo de historiador en la segunda jornada del ciclo "Lecciones y maestros" que se desarrolla en Santillana del Mar.
Ante la gran polémica que han suscitado algunas entradas del Diccionario biográfico, entre ellas la de Franco, en la que su autor, Luis Suárez, no habla en ningún momento de dictadura ni de dictador, ni tampoco de la represión que hubo en el franquismo, Juliá tiene muy claro que un diccionario "no es un lugar donde uno pueda expresar su opción política. Eso tiene que estar neutralizado en este tipo de obras".
"El historiador es libre para decir las tonterías que quiera en su blog o en el librito que le editan, pero no en un diccionario", afirma este experto en la República, la dictadura y la transición, cuestiones a las que ha dedicado varios libros.
Santos Juliá cree que, antes de que se encargaran las biografías del diccionario, tendría que haber intervenido "la colectividad académica" y haber constituido equipos de especialistas en los diferentes períodos de la Historia para "filtrar primero las entradas y decidir quiénes debían estar en el diccionario".
"Una vez escritas las biografías, deben pasar por otro filtro. Es elemental", subraya el editor de las Obras Completas de Manuel Azaña y el autor de libros como "Historia de las dos Españas" (Premio Nacional de Historia 2005) o "Vida y tiempo de Manuel Azaña".
En un diccionario como el de la Academia de la Historia los hechos que se le imputan al biografiado "deben estar documentados y la calificación de esos hechos debe ser aceptada por la comunidad científica".
"Y si hay un debate en marcha, como sucede con el franquismo, hay que dar cuenta de ese debate y decir cómo ha sido calificado ese régimen". "No se puede poner en un diccionario que la guerra fue una cruzada. Habrá que decir que la iglesia católica lo declaró una cruzada hasta tal fecha, porque a partir del Concilio Vaticano lo quitó de su vocabulario", subraya.
Este experto en Azaña comenta que en la biografía del presidente de la República, firmada por Carlos Seco, ha visto "diez o doce errores".
Juliá declinó la invitación que le hizo la Academia para participar en el diccionario porque, en lugar de ofrecerle algunos de los personajes en los que él es especialista, le pidieron otros que casi ni conocía. "Eran restos de difícil colocación", dice con humor.
A su juicio, hoy día no tiene sentido editar en papel una obra de cincuenta volúmenes. El diccionario "ha sido financiado con dinero público y, como lo hemos pagados entre todos, debe estar en la red al alcance de todos".
La entrevista con Santos Juliá tuvo lugar cuando todavía resonaba con fuerza el eco de la manifestación de más de 200.000 indignados en varias ciudades españolas, un hecho que, en su opinión, constituye "un acontecimiento histórico".
"Todo esto no ocurre por casualidad, sino por una confluencia de factores. No es suficiente una crisis económica para explicar una reacción así. Hay algo más, aunque este tipo de movimientos sería impensable si no hubiera un paro entre los jóvenes superior al cuarenta por ciento", comenta.
Juliá cree que el 15-M "tiene que ver con una desafección hacia la política institucional, con la manera de hacer política que hemos tenido en estos últimos años".
"La gente tiene la sensación de haber sido engañada. Durante años han estado escuchando una especie de cuentos de hadas", que dio lugar a "políticas erróneas, basadas en el supuesto de que éramos un país rico, que podíamos gastar mucho y hacer unas infraestructuras que están muy por encima de las posibilidades de amortización", señala.
"Y de pronto nos hemos encontrado con que somos el 30 por ciento más pobre de lo que pensábamos", añade.
Los políticos "han estado demasiado ensimismados en su pelea interna y tienen que salir de ella, porque eso no le interesa a la gente", afirma.
Este historiador no se atreve a predecir cuál podría ser el futuro de los indignados.
"La familiaridad con la historia te hace cauteloso a la hora de predecir cualquier cosa. Cuando se proclamó la II República hubo "un estallido de alegría y luego aquello fue por unos caminos que nadie podía pensar".