Hace ya diez años que nuestro protagonista inició una interesante aventura vinculada con la investigación, y que le ha llevado a que hoy día algunos de sus productos ya se exporten por muchos lugares no sólo en España sino por distintas partes de Europa. Alberto Fernández es el alma mater de Albor, una empresa dedicada a la elaboración de productos de cosmética natural, fabricados sin mediación de la química.
Albor nació tras que este rondeño comenzara hace una década a colaborar con algunos laboratorios de comésticas, entre ellos Santaverde, empresa alemana santo y seña del exitoso aloe vera. Con ella sigue aún colaborando, pero hoy día son sus propios cosméticos, fruto de las investigaciones llevadas a cabo durante años, los que llegan a lugares como la propia Alemania, y también a Italia, si no a Madrid, Valencia, Zaragoza, la costa malagueña o Cádiz; en Ronda se pueden encontrar en distintas herboristerías: “Vamos abriendo mercado gracias a la calidad máxima de nuestros cosméticos”, afirma el joven empresario, quien no duda en asegurar que “sí se puede vivir de este trabajo; no para hacerse rico, pero sí para obtener un sueldo decente y dedicarte en exclusiva a él”. Y defiende Alberto Fernández “los numerosos puestos de trabajo indirectos” que se asocian a su empresa, vinculados con quienes venden sus productos o le proveen de ciertas materias primas.
La cosmética de Albor “sólo utiliza aceites esenciales naturales y materias primas orgánicas, sin colorantes, ni conservantes, ni aquellos agentes químicos que puedan dañar el estado natural de nuestra piel”. Muchos de sus productos tienen la certificación ‘bio’, por utilizarse materias primas ecologicas cuya trazabilidad siempre es comprobada. En Francia o Alemania se encuentran muchas de esas materias que “no sólo no se pueden econtrar en la Serranía, sino tampoco en otros puntos de España”. El cacao, la rosa mosqueta o el karité son fundamentales para fabricar algunos de sus cosméticos; pero también el aceite o incluso la uva, o la miel, y es por ello que, estando en la Serranía de Ronda, Albor mantiene tres exitosas líneas de cosméticos que tienen su fundamento en las extraordinarias propiedades de estos productos. Por los que la empresa quiere ampliarse.
Albor fabrica sus productos en un pequeño laboratorio, en una casa de campo, que ya se ha quedado pequeño: “Hemos pedido apoyo al CADE, para la cesión de una nave en Ronda”, explica. La idea no es otra que poder tener una pequeña almazara “donde sacar los extractos de esos productos de la zona, sin que los aceites pierdan ninguna propiedad y dejen, por ello, de ser beneficiosos para la piel”. Se trata de “defender lo natural, lo orgánico”, frente a otros productos cancerígenos que emplea la cosmética tradicional, porque “hoy ya todo el mundo tiene mucha más conciencia, y si antes nos valía todo, ahora se quiere volver a lo tradicional pero utilizando para ello la innovación. Esa es nuestra filosofía de trabajo: la cosmética tradicional a la vanguardia”, explica Alberto Fernández, destacando el éxito que sus cosméticos derivados de la miel tienen en países como Alemania; o la buena acogida de su línea morada, la de la vinoterapia.
Justamente en la uva está uno de sus proyectos futuros, relacionado con la extracción de un extraordinario aceite con base en este producto. La producción de unos jabones para cuya saponificación se prescinde de la sosa caústica, pero que necesitan hasta 7 u 8 meses de preparación en base a ceramidas vegetales de distintas plantas, sin que en su proceso de elaboración intervenga otro artificio que las propiedades de esas plantas, es el otro empeño de Alberto para seguir exportando el nombre de Ronda como símbolo de lo natural y vanguardista.