Soy militante del Partido Andalucista desde que llegué a la mayoría edad, convencido de que la política es el cauce para cambiar nuestra sociedad. A lo largo de estos años he participado en diferentes Ejecutivas Nacionales de mi partido, y ahora, tengo la responsabilidad de liderar el proyecto andalucista, junto a un equipo de hombres y mujeres que creen y aman a Andalucía.
Soy político, pero al igual que a usted, los casos Bárcenas, EREs, Pullerols, Amy Martin, Malaya…, me provocan una enorme decepción y rechazo. La corrupción es a la política como el fuel a las aguas cristalinas. Su estela, por mucho que los corruptos se afanen en lo contrario, acaba saliendo a la superficie. Está usted indignado, pues yo también. La opinión pública se estremece cuando aparecen indicios de un caso nuevo y pedimos que caiga todo el peso de la ley.
Por supuesto, hay que exigir que quien se haya enriquecido o beneficiado de su cargo, devuelva hasta el último céntimo. Sentencias ejemplares y asunción de responsabilidades políticas, nada de medias tintas. El “corrupto” debe saber que no hay ni impunidad, ni tolerancia, ni consideraciones que valgan. Quiero recordar que la corrupción perpetrada desde un escaño trae consigo un efecto secundario que acaba siendo muy difícil de dirigir: la triste “creencia” de que todos somos iguales, que estamos movidos por los mismos hilos.
Me siento en la obligación de hacer hincapié en que ése uno de los peores daños que se le puede hacer a la Democracia. Somos muchas las personas que participamos de un proyecto político y que a diario cumplimos con nuestras responsabilidades y obligaciones como servidores públicos. Gente que no tiene en su cabeza otra idea que no sea buscar iniciativas y proyectos que mejoren la situación colectiva, nada que ver con hacer la vista gorda o favorecer a una clase o casta. Defiendo la política desde la honradez y la integridad.
Ante un pasado-presente que no se puede borrar, estamos a tiempo de activar más mecanismos de control para evitar casos futuros. Con investigaciones que están marcha, y con el principio de presunción de inocencia que impera en un Estado de Derecho como el nuestro, tenemos que confiar en que la Justicia ponga a cada cual en su sitio.
Después, que lo hagan las urnas.