Hace mucho tuve la suerte de leer un documento en el que decía que la primera ‘banda de música’ de Barbate se creó en el año 1946. Solo faltaba que su inauguración hubiera coincidido con la celebración santoral de “tres mártires y hermanos”: San Frutos, Santa Engracia y San Valentín de Segovia, para saber que nacimos el mismo día hace ya tres cuartos de siglo. Algo tendría que ver, porque de niño iba siempre junto a los músicos, sólo que a falta de instrumento acompañaba con el silbido. Son memorables los recuerdos que guardo de aquellos domingos en la acera junto al bar Mejía, plaza de abastos cerca de Bar Revuelta, en el templete que ponían en la plaza del Ayuntamiento; y sentía un gozo especial oyéndola a la salida de la patrona, los pasodobles en la plaza de toros, o las mañanas de feria, despertando al pueblo con su diana floreada.
Dibujando con su batuta acordes que parecían bailar en el aire, Don Jaime Saval, natural de la región valenciana, abriendo la formación, hacía gala de sus dotes musicales haciendo que aquellos barbateños se transformaran para interpretar con sus instrumentos las claves del difícil ‘lenguaje musical’Resultaba curioso y extraño el cambio de aquellos hombres –aún estaba vetada la música para mujeres–, cuando vestían el uniforme azul, o pantalón, camisa blanca y gorra de plato. Parecían transformarse en músicos profesionales que nada tenían que ver con los trabajadores que veíamos a diario cuando salían de las fábricas de conserva, varaderos, talleres o habituales trabajos de ‘tierra’. Era la alegría a raudales que hacía disfrutar con su música a niños, jóvenes y mayores ¡Era la banda del pueblo!
Dibujando con su batuta acordes que parecían bailar en el aire, Don Jaime Saval, natural de la región valenciana, abriendo la formación, hacía gala de sus dotes musicales haciendo que aquellos barbateños se transformaran para interpretar con sus instrumentos las claves del difícil ‘lenguaje musical’. Parecían verdaderos artistas. Tuvo mucho que ver el constante trabajo de ensayo en la esquina de la curva antes de la cuesta de la ‘Motilla’, ‘antigua falange’, donde cada tarde practicaban la digitalización, en parte memorizada, para interpretar con orgullo animados pasodobles en los toros, la ferias o paseando las marchas procesionales acompañando a la patrona al ‘muelle de la pescadería vieja’.
Vaya por delante mi agradecimientos a Vicente Saval (fliscono-trompeta), Paco Saval, Tiburcio, Francisco Mera ‘Paco el Bizco’ (Platillos), Caracas (bombo), Camarón (bajo), Antonio Domínguez Acuña ‘Moraga’ y Francisco Gil (saxofón barítono), Antonio Ávila ‘el Nene’ (saxofón Tenor), Manuel Serván, Manuel González, Antonio González Pérez, Miguel Guilabert, Manuel Suarez, Nicolás Domínguez y Fernando Rodríguez ‘Guatitos’ (clarinetes), Chocolate (bajo y bombardino), José Rodríguez (trombón), Antonio Gilabert (bombardino), Moisés Arévalo (saxofón y caja), Francisco Jiménez y Pedro Ru (trompeta), Antonio Díaz y Francisco Varo ‘pacorro’ (caja), Manolito Reyero (tromba), Juan Vílchez (saxofón bajo), Juan ‘el fogonero’(bajo), y Don Jaime Saval (comprometido maestro). Muchísimas gracias a todos por hacernos gozar de aquellos desfiles que llenaban de ilusión a un pueblo que comenzaba a navegar “con sus vientos colmados de tan bellas notas musicales”.