Dos años después, la Plaza del Silencio se llenó de fieles a la espera de ver salir a Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de la Amargura desde la Colegiata de Santa María La Encarnación La Mayor. El olor a romero quemado se mezcló con el aroma a incienso y brotaron espontáneas saetas al Manué y a la Virgen, que estrenaba una saya donada y bordada por Jesús Muñoz Muñoz. Volvió a repetirse una estampa memorable con el paso de los titulares por el Puente Nuevo al atardecer.
La falta de contacto ha sido uno de los aspectos que más ha echado de menos de la Semana Santa, tal y como la concebíamos antes de la irrupción de la crisis sanitaria, Juan Ignacio Vega, Hermano Mayor de la Hermandad de los Gitanos. Como explicaba en declaraciones a este medio, se considera una persona muy familiar: “No me gusta estar solo, el silencio, me gusta mucho estar en contacto con el prójimo, eso lo he echado mucho de menos y lo hemos sufrido mucho, pero vaya, eso va pasando y eso es volver otra vez a la rutina, a que la iglesia y los cultos vuelvan estar llenos. Volver otra vez a ver a Padre Jesús en la calle, acercarte y emocionarte. Volver a lo normal”.
La pausa por la pandemia hizo que no pudieran estrenarse en la salida procesional destacados estrenos, como los ocho candelabros de la virgen, y otros que pasa a detallar Vega. “Se han plateado las ánforas y se estrenan cuatro borlas de orfebrería ambos para el paso de la Virgen. La saya, muy importante, la saya nueva de María Santísima de la Amargura, donada y bordada por un hermano nuestro, Jesús Muñoz Muñoz. Además, un incensario y una naveta para el cuerpo de acólitos del Señor, y túnicas nuevas”, rememoraba días antes de la salida que congregó a numerosos fieles.
José Muñoz Muñoz, Secretario de la Hermandad de Los Gitanos:
Retomar una rutina o cualquier acto que se realiza de forma periódica supone un trabajo extra. Lo mismo pasa con la organización de una cofradía para una Semana Santa que reactivará los cultos externos después de dos años. Como habrá sido para todas las hermandades, para Nuestra corporación ha sido un reto volver a organizar todos los extremos, aspectos o detalles que conlleva la Estación de Penitencia.
Nos hemos visto torpes para el montaje de los pasos, lentos para llevar a cabo cualquier gestión que antes se hacía en un periquete, de la misma forma que nos ha costado ponernos un costal con la maña con la que lo hacíamos antes. Los cuellos no están hechos "cofrademente hablando".
No recordábamos como al Señor de la Salud y a María Santísima de la Amargura les cambia la cara cuando suben a sus pasos, ni las veces que se visita Santa María para verlos antes de salir, ni lo que representa ver la rampa de salida puesta en la puerta del Obispo. Nos ha impactado el olor de la cera fundida y el de los claveles cuando se disponen en la canastilla. Sorprenden los enseres relucientes en el altar de insignias, y como retumba el pecho con el bombo de una banda.
Aparte de esta falta de cotidianidad, nos ha costado más de lo habitual encontrar recursos humanos para todas las secciones de la Hermandad, han llegado, pero a arreones, entendiendo que al cofrade estacional les ha pillado el toro como a todo el mundo. Han despertado a última hora de este letargo desgraciado que nos ha tocado vivir.
Pero estamos todos, estamos preparados y a la espera del ansiado Domingo de Ramos. A pesar de ello, los nervios están tardando en llegar más de lo habitual y por eso creemos que la Pasión del Domingo de Ramos y de nuestra salida procesional nos atropellará rotundamente y nos hará vibrar más si cabe en calle en este año 2022. Este será el primer golpe para una nueva era en la Semana Santa de Ronda.
