Soñó Fernando III que Santa Catalina le ofrecía las llaves de Jahen cuando dudaba del éxito de la conquista, y nuestro sueño es contemplarlo en su capilla catedralicia, tras las pupilas de Valdés Leal, sobre el fondo de una ciudad idealizada, grávida de palacios, chapiteles y alcázares, sosteniendo con la diestra la espada y con la siniestra, la esfera del mundo. Ascendió el monarca por las escalinatas que bordeaban la antigua mezquita, acompañado por Alfonso X y por Santa María de la Antigua, la Virgen lactante que da nombre al corazón de la ciudad, sonaron los primeros latines entre los arcos de herradura y los naranjos del patio de abluciones, y la santa del Nilo inauguró su patrocinio sobre la capital del reino jahenciano.
A caballo entre los siglos XIII y XIV, Abu-l-Fida escribe: “Jaén se halla en el apogeo de la fuerza y la fortificación (…). Es ciudad de las más grandes de Al-Andalus y la que con más fortalezas cuenta”. La que con más fortalezas cuenta.
Miramos estos días de romería hacia el castillo, y lo nombramos así, porque pensamos que en Jaén sólo hay uno, como tantos pueblos tienen el suyo. Pero el recinto fortificado de Santa Catalina está conformado por tres alcázares: el Nuevo (el visitable), el Viejo (cuyos cimientos permanecen bajo la barbarie con buen gusto del Parador) y el Abrehuí (el gran desconocido, tras la piscina del hotel, hacia la parte baja de la carretera). Podríamos incluso añadir la alcazaba (siglos VIII-X), más abajo y lindera con la muralla, pero sus restos son muy escasos. O el romanticísimo castillo de Otíñar, entre abrigos rocosos, aves rapaces, pinturas rupestres y poblados iberos. Juan Eslava divulgó que nuestra provincia es la más rica en fortalezas de toda Europa, la segunda del mundo: y Jaén es su capital.
Rafael Ortega y Sagrista apuntó la hipótesis, recientemente confirmada con excavaciones, de que en el solar del antiguo Real Convento de Santa Catalina Mártir (Santo Domingo) preexistiera el primitivo palacio de los Reyes Moros. La Junta de Andalucía, como viene siendo tradición venerable desde décadas, pasó del tema y depositó los magníficos restos de arcos polilobulados y yeserías en la iglesia del convento, cerrada desde hace muchos lustros porque también se la refanfinfla, en este caso hasta niveles siderales. Las profesoras Irene Montilla Torres y Mercedes Navarro Pérez confirmaron que estábamos ante los alcázares almohades de Ŷaīyān, un área palatina, una serie de pabellones unidos por jardines y fuentes. Los alcázares urbanos de Jaén. Allí debajo siguen.
Paradores acaba de incoar trámites para excavar el obviado y jamás señalizado Abrehuí, como nos adelantó Juan Carlos Castillo en una reciente y formidable conferencia. Si no se van a construir más piscinas, es algo ilusionante.
Mientras tanto, podríamos ir abandonando nuestra proverbial humildad, que es más bien un complejo nacido de la ignorancia. Si tenemos tres castillos en uno, no deberíamos mostrar remilgos en hablar más bien de los Reales Alcázares de Jaén. Y que ese fuera su nombre oficial. No sería la primera vez que se nombraran así. Textos históricos lo confirman. Hay, por tanto, jurisprudencia.
Feliz romería.