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La izquierda francesa no encuentra la unidad

Mientras el resto de los sectores políticos franceses han logrado unirse de cara a las presidenciales, la izquierda no logra encontrar el terreno común

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  • Emmanuel Macron. -

Mientras el resto de los sectores políticos franceses han logrado unirse de cara a las presidenciales, la izquierda no logra encontrar el terreno común para tener opciones de superar la primera vuelta y aspirar al Elíseo.

En un panorama marcado por la casi segura presencia de la ultraderechista Marine Le Pen en la segunda vuelta, tanto la derecha moderada como el centro han evitado la dispersión del voto con candidaturas unificadas que les den opciones de superar la primera vuelta del 23 de abril próximo.

Todos los sondeos indican que en la segunda vuelta, que se celebrará quince días más tarde, el próximo presidente del país será el rival de Le Pen, puesto que aunque ha moderado su discurso y ha elevado su techo electoral sigue despertando un fuerte rechazo.


Para optar a esa segunda posición en la primera vuelta, la derecha moderada organizó unas primarias junto con el centro-derecha y los democristianos que dieron al ganador de las mismas, el ex primer ministro François Fillon, un amplio espectro electoral.

Favorito durante muchas semanas para ganar las presidenciales, la apertura de una investigación judicial sobre un supuesto empleo ficticio de su esposa como asistente parlamentaria suya le ha frenado en las intenciones de voto.

El centro tradicional se ha unido en torno al exministro de Economía Emmanuel Macron, que esta semana encontró el respaldo de François Bayrou, tres veces candidato al Elíseo y considerado un centrista de marca en el país.

Macron, que fue ministro del presidente socialista François Hollande pero que asegura no ser "ni de izquierdas ni de derechas", es ahora el favorito de los sondeos para afrontar a Le Pen, aunque las encuestas también revelan que su electorado es el menos fiel de todos.

Frente a esos movimientos aglutinadores, la izquierda no logra encontrar el camino de la unión.

Las primarias organizadas por el Partido Socialista no atrajeron a dos candidatos con mucho peso electoral, el propio Macron y al neocomunista Jean-Luc Mélenchon.

El ganador de esos comicios fue el exministro Benoît Hamon, un opositor a la política de Hollande dentro de su propio partido, lo que le ha valido la traición de algunos correligionarios, que han abrazado la candidatura de Macron.

Para compensarlo, el candidato socialista anunció que buscaría un acuerdo con Mélenchon y con el ecologista Yannick Jadot.

Con el segundo la alianza se consumó, aunque las encuestas apenas le otorgan un 2 % de intención de voto al candidato verde.

Más compleja aparece la fusión con Mélenchon, que atrae a más de un 10 % del electorado, lo que sería suficiente para meter a Hamon en la pugna por entrar en la segunda vuelta.

Pero la entente entre ambos no parece un asunto sencillo. La diferencia de intención de voto entre ellos es pequeña en favor del socialista y Mélenchon arrastra un pleito ancestral con el PS, del que formó parte antes de abandonarlo con estrépito por considerarlo demasiado tibio.

Desde entonces se ha posicionado en posturas de izquierda más extrema, que le llevaron a reunir más del 11 % de los votos en las presidenciales de hace cinco años aliado con el histórico Partido Comunista Francés (PCF).

Al frente de lo que ha bautizado como "La Francia insumisa", aglutina ahora a buena parte de la izquierda descontenta con el rumbo dado al Gobierno por Hollande, justo el caladero de votos en el que pretendía pescar Hamon.

Los dos harán un último intento de unión la semana próxima, pero todos los augurios son malos.

Mélenchon considera que los franceses que se declaran "insumisos" no pueden apoyar al candidato del partido que ha gobernado en los últimos cinco años, responsable entre otras medidas de la reforma laboral que considera catastrófica para el país.

Hamon, que se opuso a esa ley, tiene que tener pies de plomo, porque fue adoptada por su partido, en el que muchos amenazan con abandonar el barco y subirse al de Macron.

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