Impresiona la inmensa energía que una parte de este pueblo dedica a procesionar las imágenes religiosas durante una semana completa, en miles de pueblos y ciudades de España. Pocos países del mundo desarrollan tantas iniciativas tan perfectamente reguladas, autogestionadas, homologadas, tan casi idénticas, a pesar de la enorme variedad que perciben las gentes conocedoras de estos eventos.
El grado de complejidad de una actividad humana se puede medir por la cantidad de palabras que utiliza para su desarrollo. Y la Semana Santa es harto compleja y el vocabulario que se requiere para manejarse por ella es prolijo en extremo, tanto de objetos, pasos, vestuario o personas y actividades que desarrollan. Para dar cabida a este texto en el espacio de la última columna se ha prescindido de más de 50 palabras, sólo algunas de ellas: carrera oficial, cruz de guía, encuentro, paso, desfile procesional, simpecado, andas, baquetón, candelabro de guardabrisas, imágenes, tronos, misterios, faldón, gloria, hachón,…costalero, disciplinante, escapulario, flagelante, hermano de carga, manolas, nazareno, penitente, portador, aromas, incienso, carbón, chucherías, estampas, rosarios, medallas, etc…Bandas de música, marchas, redobles, saetas, himnos, acompañamientos militares, autoridades religiosas, civiles, militares, capellanes, monaguillos, …mantos, alhajas, electricistas, carpinteros, herreros, sastres, modistas, coronas…
A esto se le añade el número de personas que participan activamente antes, durante y después de las procesiones y la cifra debe ser del orden de cientos de miles, posiblemente acercándose al millón, ya que hay que añadir en ellas las promesas que acompañan a cristos y vírgenes, en muchos casos por decenas de miles.
El impacto económico de esta frenética actividad que se consume en unas horas por cofradía y en el conjunto de ellas, supera los cientos de millones de euros, llegando a influir como en el caso de Sevilla en su producto interior bruto más de un 1,5%. En el 2017, el ayuntamiento de esa ciudad, cifró en 280 millones de euros el impacto económico de esa semana.
Cualquier observador externo caería inmediatamente en la cuenta del inmenso potencial transformador que tiene toda esa energía cooperativa, autogestionaria y los recursos aplicados a estos eventos procesionales. Y al analizar la realidad socio-económica donde estas mismas gentes viven cotidianamente, se percata de las evidentes deficiencias en salud, dependencia de mayores, desempleo y bajas pensiones. Se preguntaría cualquiera ¿cómo es posible que no estén resueltas?
Fdo Rafael Fenoy Rico